Hace un siglo, exactamente en la navidad de 1917, una empresa decidió organizar un partido a beneficio de los soldados que volvían del frente de la Primera Guerra Mundial. ¿La novedad? El duelo sería entre equipos femeninos. ¿Las estrellas? Las Dick Kerr’s. Pioneras. 10.000 personas vieron como ese día ganaban 4-0. Llegaron a juntar 53.000 personas en Goodison Park. Aquí les dejamos su inspiradora historia, tal cual fuera publicada por los amigos de Kaiser Magazine.


Fabricar armas y municiones lo podía hacer cualquiera; los hombres, sin ir más lejos, llevaban varios siglos afanados en esa tarea. Pero ellas se adentraron en un mundo aún más hermético. Decidieron ser mosqueteras vestidas de corto y saltar por las tardes a la campiña inglesa para atacar con un balón las convenciones sociales de la época. Posiblemente ninguna hubiera leído al escritor, ensayista y narrador español, Ángel Ganivet pero las Dick, Kerr’s Ladies cumplieron a rajatabla uno de sus aforismos más célebres: “La mujer tiene un solo camino para superar en méritos al hombre: ser cada día más mujer”.

La revolución comenzó hace un siglo cuando la Gran Guerra vació las fábricas y socavó Europa de trincheras. En el Reino Unido, al igual que ocurrió en el resto del viejo continente, las factorías decidieron contratar mano de obra femenina ante la falta de empleados. Localizada originalmente en Escocia la Dick, Kerr and Company Ltd., era la empresa más importante del sector ferroviario británico. En pleno conflicto bélico se trasladaron a Preston (Inglaterra), la fábrica pasó a ser controlada por el gobierno y sus líneas de montaje comenzaron a producir armamento y municiones. Las mujeres que se pusieron al frente de esa tarea contaron con una peculiaridad que marcaría su destino. En los descansos que disponían para comer empezaron a hacerse muy populares los partidos de fútbol entre las empleadas. El entusiasmo con el que las mujeres abrazaron el fútbol hizo que pronto brotaran entidades deportivas en las diferentes empresas de todo el país.

Las fábricas de armamento y municiones comenzaron a contar con mujeres para sus trabajos. Estas aprovechaban sus descansos para organizar partidos de fútbol entre ellas.

De repente, las mujeres comenzaron a sentirse importantes en una sociedad que, a principios del siglo XX, todavía las arrinconaba en casa en el día a día y si acaso, las exhibía el sábado y el domingo con más fines decorativos que otra cosa. En el Reino Unido del Rey Jorge V, el colectivo femenino llevaba tiempo reclamando una implicación mayor tanto en la vida política, a través del sufragio universal también para ellas, como en la incorporación a la vida laboral. La integración llegó, en cierta medida, debido a la guerra cuando su compromiso supuso todo un espaldarazo económico y anímico para el país. Ese compromiso tampoco estuvo exento de generosidad. Los partidos entre obreras que comenzaron a disputarse a lo largo y ancho de las Islas Británicas eran promovidos para recaudar fondos con los que ayudar a los heridos de guerra.

La figura capital en la historia de estas chicas de Lancashire es Alfred Frankland, tal y como nos contó mucho tiempo después Barbara Jacobs, autora del libro The Dick, Kerr’s Ladies. Al administrador de la empresa se le ocurrió organizar en la Navidad de 1917 un partido a beneficio de los soldados que volvían del frente. La idea se la transmitió a Grace Sibbert, una de las empleadas de la factoría que se encargaba de armar los partidos informales entre obreras. Aceptó. Acababa de nacer el mito del Dick, Kerr’s Ladies FC. El siguiente paso que dio Frankland fue alquilar Deepdale, el estadio del Preston North End, el club más importante de la ciudad y uno de los mejores de Inglaterra en aquel momento. Para jugar ahí pagó 20 libras. Aquel partido suponía trasladar el fútbol femenino de los patios de las fábricas a los grandes estadios del país. Una apuesta arriesgada. Todo un salto sin red que superó las mejores expectativas.

10.000 personas vieron como las Dick, Kerr Ladies FC ganaban 4-0 al Arundel Coulthard Foundry. La crónica del Diary Post dejaba clara la superioridad de las chicas de Lancashire: “Sufrieron menos el pánico escénico que su rival y tenían una mejor comprensión del juego. Su labor, de hecho era sorprendentemente buena. Una o dos de las damas demostraron un control admirable de la pelota”. La recaudación ascendió a 200 libras de la época, cerca de unas 40.000 libras hoy. Tras el éxito, Frankland programó tres nuevas fechas para la primavera. Tiempo suficiente para reforzar, aún más, un equipo que ya contaba con un plantel de lujo. En su once destacaba Alice Woods, una velocista que se había proclamado campeona de los 80 metros lisos en la primera competición femenina organizada por la Federación Inglesa de Atletismo. Al fútbol se había aficionado gracias a su hermano John, que jugaba en las filas del Halifax Town AFC. Otra de las destacadas era Florrie Redford, la delantero centro del equipo cuya mejor virtud era la visión de juego y el olfato de gol que tenía. Jeannie Harris completaba la Santísima Trinidad de las chicas de Frankland. La interior izquierda sobre la que gravitaba el juego de este equipo era tan bajita (no alcanzaba el metro y medio) como rápida y habilidosa en el regate. “La caja de trucos de las Dick, Kerr Ladies” fue apodada por la prensa local.

El combinado nacional femenino de Escocia || Foto: pieandbovril.com

Como si de un representante del fútbol actual se tratara, Frankland se fijaba entre las filas rivales por si había alguna jugadora susceptible de vestir la camiseta albinegra. Su oferta solía resultar irrechazable para las chicas, tal y como cuenta Jacobs en su libro, ya que en el paquete se incluía un puesto de trabajo en la fábrica y horas libres también pagadas siempre que hubiera partido. Así llegó Alice Norris con 14 años para trabajar y jugar en la Dick, Kerr’s: “Era un privilegio poder formar parte de ese equipo. Florrie Redford fue quien más me cuidó. Cuando jugábamos en aquellos imponentes estadios de primera división, siempre se preocupaba por saber cómo me sentía”.

El encanto y la solidaridad del Dick, Kerr Ladies FC conquistó Anfield, Old Trafford, Saint James Park y Goodison Park en donde se calcula que llegaron a convocar a 53.000 espectadores dentro del estadio, récord para un partido femenino de la época. Fuera se quedaron cerca de 14.000. Para entonces, el equipo se había convertido en el mejor club femenino de las Islas Británicas, habían jugado algún partido de noche (algo insólito para la época) y las jugadoras habían alcanzado un reconocimiento público que obligaba a la policía a abrirles paso para que pudieran acceder a los vestuarios. Como aquella tarde en Goodison. Acabado el conflicto bélico, Alfred Frankland buscó nuevos desafíos para sus chicas. Las Islas se habían quedado pequeñas, el próximo reto estaba al otro lado del Canal de la Mancha.

Foto: dailymail.co.uk

Aprovechando la visita de un conjunto amateur galo masculino para disputar partidos en Gran Bretaña, Frankland invitó a la Federation Française Sportive Feminine. La propuesta consistía en disputar cuatro encuentros amistosos que se disputarían en suelo británico. Desde París aceptaron la invitación. Comenzaba así una rivalidad que iba más allá de lo deportivo, alcanzando lo cultural, agitando el sentimiento patriótico y confrontando dos estilos marcados. Mientras las inglesas eran robustas, con un físico fuerte y criadas en el seno de familias de la clase obrera británica, las galas eran en su mayoría estudiantes universitarias, esbeltas, de clase media-alta que “caminaban al ritmo de la marsellesa”, según describió Bárbara Jacobs en su libro. Nada más pisar suelo inglés comprobaron en sus propias carnes la expectación despertada: “No cabía un alfiler en las calles de Preston. Millares de personas las escoltaron desde la estación de tren hasta el hotel. Las jugadoras francesas debieron sentirse desbordadas por la acogida”, recuerda Gail J. Newsham, autor de In a League of their own! The Dick, Kerr’s Ladies Football Club.

Algo de ese miedo escénico revoloteó en el estadio Deepale de Preston aquella tarde de abril de 1920. 25.000 personas bullían ante el primer partido internacional disputado entre mujeres. Una fiesta que terminó con el indiscutible triunfo de las Dick, Kerr’s por 2-0. Con el pitido final cientos de personas saltaron al campo para alzar sobre sus hombros a las heroínas locales que seguían haciendo historia. La victoria se repitió un día después en Stockport, en un partido donde se impuso el fútbol de ataque, 5-2 para las chicas de Lancashire. La siguiente cita era en Manchester, en el antiguo estadio del City, Hyde Road. Allí las galas arrancaron un meritorio empate a uno. La gira se cerraría en Londres, en el mítico Stamford Bridge. Con todo el país pendiente la fortuna no estaría esa tarde del lado de las Dick, Kerr’s. A los diez minutos Jennie Harris cayó lesionada y jugaron con diez el resto del encuentro. Florrie Redford conseguiría marcar para el combinado inglés pero las visitantes terminarían imponiéndose por 1-2. La derrota resulta aún más sorprendente si se repasan las estadísticas: “A lo largo de la historia del club, de 1917 a 1965, las Dick, Kerr’s tan solo sufrieron 24 derrotas, lo que equivale a una derrota cada dos años”, desvela Gail Newsham.

Foto: www.donmouth.co.uk

Ni las victorias ni las derrotas les apartaron de sus obligaciones diarias. Las chicas de Lancashire continuaron acudiendo a la fábrica y entregando a la beneficencia el dinero que ganaban en los partidos. Pero su esfuerzo y sus éxitos no fueron admirado por todos. Hubo algunos que se sintieron amenazados, que temieron perder la gallina de los huevos de oro, que tiraron de egoísmo para no repartir el pastel. La Football Association emitió un documento el 5 de diciembre de 1921 en el que prohibía a sus clubes afiliados prestar sus estadios para el fútbol femenino. La FA alegó entre sus razones los estudios realizados por varios ‘expertos en medicina’ que aseguraban que el fútbol era un deporte nocivo para las mujeres. El contraataque de las Dick, Kerr’s no se hizo esperar y desde entonces comenzaron a jugar sus partidos en campos de rugby. El nuevo escenario, sin embargo, resultó fatal para sus rivales incapaces de hacer frente a una situación que les obligaba a jugar en unos estadios peor acondicionados y con una capacidad inferior. El exilio fue entonces la alternativa.

Frankland y sus chicas se embarcaron en su reto más ambicioso. La nueva aventura consistía en cruzar el charco y llevar el fútbol hasta Norteamérica pero en septiembre de 1922 en la tierra de las oportunidades lo que encontraron fueron demasiadas dificultades. Nada más atracar en suelo canadiense les comunicaron que su periplo por Canadá había sido cancelado. Detrás de la prohibición se encontraba, de nuevo, la FA. En EE.UU, la situación no mejoró. Al cruzar la frontera se enteraron que en la gira estadounidense sus rivales serían hombres. Pero el destino todavía les aguardaba algún otro guiño irónico. La mayoría de esos jugadores eran compatriotas suyos, eran inmigrantes británicos con pasado en el Chelsea, en el Blackpool o en el Preston North End. Era Kippling quien decía que la intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre y ellas sabían que a pesar de todo podían dar guerra. De hecho, se mostraron competitivas en los nueve duelos que disputaron en la tierra del Tío Sam, vendiendo cara sus tres derrotas. Se impusieron en otros tres, empatando el resto.

La Football Association emitió un documento el 5 de diciembre de 1921 en el que prohibía a sus clubes afiliados prestar sus estadios para el fútbol femenino

Poco después de su periplo norteamericano la Dick, Kerr’s and Co. Ltd., cambió de dueños y pasó a llamarse English Electric. La empresa abandonó su apoyo al equipo de fútbol y en 1926 despidió a Alfred Frankland. El antiguo administrador de la empresa de ferrocarriles refundó el club bajo el nombre de Preston Ladies, pero nadie les llamaría así. Lilly Parr, una de sus mejores jugadoras, siguió jugando hasta 1951 y tras morir de cáncer en 1995 entró a formar parte del Salón de la Fama del fútbol británico. Mucho tiempo antes, en 1957 comenzó la debacle definitiva del equipo de Preston con la muerte de Frankland. En 1965 el club desaparecería definitivamente mientras sus hazañas se difuminaban del imaginario colectivo hasta arrinconar su historia en anécdotas trasnochadas. A ello colaboró la FA que no supo estar a la altura de unas pioneras cuyos goles traspasaron la línea de gol y abrieron nuevas sendas para una sociedad que todavía no estaba preparada para sus puntapiés. Ese partido, que ellas comenzaron, aún se sigue disputando hoy.


*Publicado originalmente en Kaiser Magazine.