-¿Por qué usted es así; por qué se porta y se viste con extravagancia?
-Porque nací así; a mí, Dios me hizo así.
-No; Dios no lo puede haber marcado para que no se peine. Hay alguna otra causa.
-Dios me hizo así, pero las causas las van creando los demás, el ambiente.
-¿Usted se considera el Bonavena del fútbol?
-No, yo me considero Gatti.
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Y es realmente Hugo Orlando Gatti (23 años), un arquero de fútbol que sale de lo común. Es soltero, tiene 700 cabezas de ganado en sociedad con su hermano Adolfo, en Carlos Tejedor, donde nació. Tiene otros dos hermanos varones (Ernesto y Horacio) y tres hermanas mujeres de las que no recuerda los nombres (Peti, Coca y Porota). Está en Buenos Aires desde hace seis años y firmó su primer contrato con Atlanta, en 1962, por medio millón de pesos al año más los premios por punto ganado. Ahora, confiesa que si transforma en efectivo sus posesiones puede redondear los veinte millones. Viste trajes de 45.000 pesos y hace quince días sorprendió a los espectadores de Lanús-River con una gorra estrafalaria, azul con cuadros negros, que le costó 3.500.
Le tocó nada menos que reemplazar en el arco de River Plate a uno de los mejores arqueros del mundo; al principio fue sólo un bufón para los aficionados y para los rivales, pero la semana pasada mantenía su valla invicta a través de los primeros 380 minutos del campeonato nacional. Este camino hacia la fama lo inició en la cancha de Boca, reducto tabú para Amadeo Carrizo; allí Hugo Gatti reveló, a través de actuaciones consagratorias, el grado de su inconsciencia.
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-¿Yo inconsciente? No soy ningún inconsciente. Hago cosas raras porque sé que me van a salir bien. Y lo digo en serio, porque yo siempre digo la verdad. Como arquero soy un superdotado; hasta ahora no me iguala nadie. El día que salga otro, yo mismo lo voy a reconocer. Mi principal virtud es lo bien que corto el juego, por la velocidad que tengo para anticiparme. Tengo buenos reflejos, soy ágil y por eso, antes que se produzca el tiro al arco, corto. Me falta tirarme bien, pero es por no haber practicado; solamente cuando estaba en Atlanta, con Osvaldo Zubeldía como técnico, me largaba; pero en River no practiqué nunca, por eso cuando me toca tirarme, no tengo reacción.
-¿Cuál es la cancha en la que le resulta más difícil jugar?; ¿la de Boca?
-No, en Boca es donde me siento más cómodo. La gente me recibe con aplausos y allí se oye mucho, se siente al público. Es realmente emocionante y me pone la carne de gallina cuando entro allí. ¡Si me pasa a mí, me imagino lo que sentirán los jugadores de Boca!
-Contra los mendocinos usted atajó un penal, ¿tiene algún método para hacerlo?
-No, es suerte.
-Mire que hay arqueros como Carrizo o Roma que confiesan tener algún sistema.
-Yo, los penales que atajé fue de suerte; me tiré para un lado y la pelota fue allí.
-En un partido de gran responsabilidad, ¿saldría usted jugando la pelota hasta el medio de la cancha?
-Sí; por supuesto que sí. Para mi todos los partidos son iguales y para todos los jugadores es así.
-¿Lo que hizo hace dos fechas, eso de agarrar la pelota entre las piernas, lo hizo porque era un partido fácil?
-No. Íbamos ganando nada más que 1-0 cuando lo hice. A mí eso me sale así de adentro. Y lo hice porque me tenía fe. Si agarraba la pelota con la mano era hands (estaba fuera del área) y listo; pero preferí agarrarla entre las rodillas y lo gambeteé al otro con unos saltos de rana, después la dejé caer y se la pase a Roberto Matosas.
–Cuando le gritan payaso y loco, ¿usted qué piensa? ¿Alguna vez se le ocurrió ir al psicoanalista?
-No, el psicoanálisis es para el que lo necesite. Yo no lo necesito; soy muy normal. Así que personalmente no creo en el psicoanálisis.
-Y, ¿cómo es que siendo joven, teniendo dinero, sigue soltero? ¿No cree en el casamiento?
-Bueno, el casamiento es algo necesario para todo ser humano. Pero a mí todavía no me conviene casarme.
-Y cuando se case, ¿aceptaría el divorcio?
-Sí, el divorcio tiene que existir.
-Usted tiene campos, ¿por qué se le ocurrió invertir el dinero en eso y no en acciones, por ejemplo?
-Bueno, eso debe ser por herencia, por mi familia. Mi padre era agricultor y mi hermano está en eso, conoce, y yo confío en él y lo dejo hacer. Porque yo entiendo que el jugador de fútbol no puede estar en negocios, ni en otra cosa. Tiene que pensar siempre en el fútbol. Sólo una vez por año voy al campo, cuando el club me da vacaciones. Entonces ando a caballo, recorro la propiedad de 500 hectáreas.
-Cuando usted anda sí por el campo, ¿piensa alguna vez en la guerra de Vietnam?
-No, no pienso en eso, pero creo que se debe terminar lo antes posible. Es un absurdo.
-Usted es revolucionario, pero, ¿sería guerrillero?
-Claro que no. A mí me gusta la vida. Además no sé nada de Vietnam, ni de Bolivia ni de Medio Oriente. Estoy enterado de los problemas, pero no me interesan; además no los sigo porque casi no leo los diarios.
-¿No lee los diarios porque no le interesan o no quiere enterarse de las noticias?
-No me interesa. A veces compré algún diario cuando había jugado mal. Pero cuando juego bien no los compro. Así que no leo casi nunca.
-¿Y al Che Guevara lo conoce?
-Sí; es muy conocido, pero no me interesa. La política no me interesa para nada. Soy amigo de Frondizi, nada más.
-Y esa amistad, ¿en qué consiste?
-Lo conozco a través de mi hermano Adolfo; a él sí le gusta mucho la política. Pero yo no hablo para nada de política con Frondizi, y de fútbol tampoco, porque él, de fútbol, no sabe nada.
-¿Y de Amadeo Carrizo qué opina?
-Amadeo fue algo fuera de serie. Aparte creo que es el ídolo más grande del fútbol argentino. Pero comenzó a declinar desde que yo fui a River. No cabe duda, es la verdad. Si yo no voy a River, Amadeo juega fácil hasta los 50 años. El vio la contra en mí, se dio cuenta que era un arquero de condiciones; y el club me compró para reemplazarlo. Si no, ¿para qué me querrían? Ahora Carrizo me aceptó como un digno sucesor y somos amigos, verdaderos amigos.
-¿Usted aprendió algo de él?
-Sí, yo aprendí de Amadeo a pegarle al fútbol con los pies. Tenía idea, pero en River aprendí mucho. Claro que él aprendió más cosa de mí: a pegarle a la pelota con la mano, desde el suelo, a entregarla rápido.
-Y a peinarse así, ¿también lo aprendió de él?
-Yo siempre me peiné así.
–Pero si usted no se peina.
-Sí que me peino. Yo me peino de esta manera como otros eligen la raya al costado o peinarse para atrás. El técnico Bernardo Gandulla me quería hacer cortar el pelo porque decía que me molestaba para atajar. Y algo de cierto hay. Al principio me molesta pero después, con la transpiración, se me pega a la frente y no me molesta más.
-Usted estuvo en Europa, ¿qué le pareció la moda de Londres?
¡Bárbara! Allí compré varias camisas, de colores y estampadas.
-Y cuando va así vestido, ¿no le dicen nada por la calle?
-Sí, al reconocerme me gritan payaso, beatle, pero yo ni los miro. Cada uno que haga su vida; tiene derecho.
-Además de camisas, ¿qué compró?
-Calzoncillos; me gustan de colores y tipo bermuda; ahora llevo puesto uno de Peñarol. Son éstos: amarillos con estampados negros.
-Pasando de los calzoncillos a las minifaldas, ¿qué opina?
-¡Ah, me encantan las minifaldas! Claro que la mujer debe tener lindas piernas para usarla.
-Entonces, bailará música ye-ye…
-Me gustan Los Beatles -y aclaro que yo me peiné así antes que ellos- pero no bailo: soy un tronco. Nunca bailo; los escucho nada más, pero no tengo discos de ellos, los oigo en Mau-Mau o en algún otro boliche.
-¿Lleva una vida ordenada?
-Sí, muy ordenada. Me levanto a las 10 y media y me acuesto cerca de medianoche. Durante el día voy a las prácticas y después me paso andando en coche. Los lunes cuando tengo franco, voy a Mau-Mau; tomo un par de whiskies y nada más. Media docena de whiskies en el mes no me puede hacer nada. Soy un ser humano y si no vivo la vida a los 23 años, ¿cuándo la voy a vivir?
-Cuando usted se retire del fútbol, ¿qué hará?
-Pienso retirarme a los 30 años. Entonces voy a correr autos. Manejar, manejo bien; compraré el coche que ande mejor y listo. Pero para eso hace falta mucho dinero. Ahora me conformo con correr con mi Peugeot por la avenida Libertador. Voy a 150/155, depende del tránsito.
-¿Y cuándo corre así en qué piensa?
-Pienso en la velocidad, en que me gusta sentir como el viento me levanta el pelo.
-¿Tiene imitadores en las inferiores de River o en otros clubes?
-No creo que nadie imite a nadie. Ahora, que haya algunos que jueguen parecido a mí, es lógico; el arquero moderno tiene que jugar así y todos los que surjan tendrán que hacerlo igual. Yo no soy el iniciador de esta manera de jugar; hubo otros arqueros que salían mucho del arco; Carrizo mismo. Pero yo soy el más revolucionario. Errea también salía antes que yo; pero yo soy el más perfecto. Yo he aportado algo nuevo a la técnica del arquero y además he creado un problema a los arqueros que no salen. Ahora, cuando a un arquero le hacen un gol por no salir a cortar el avance la gente se lo recrimina. Antes, ni se hablaba de eso.
-¿Y cómo vive usted? ¿Cómo tiene amueblada su casa?
-No tengo muebles. Me acabo de mudar a un departamento que compré en Belgrano por tres millones y medio. Tengo nada más que un teléfono antiguo, un televisor chiquito, la cama y la heladera. Y whisky.
-¿Cuándo vence su contrato con River?
-A fin de año, pero uno siempre sigue ligado con el club y la renovación es casi automática. Yo hace cuatro años que estoy en River; el pase les costó 23 millones y cinco jugadores.
-Y ahora, ¿cuánto costaría su transferencia?
-Ahora no hay plata para pagarme.