Tras la eliminación y el faltazo al mundial de México, Argentina se preparaba para Alemania 74 con la desorganización característica de aquellos años y generando, apenas, pudorosas expectativas. Repasando la lista de convocados de aquel seleccionado cuesta entender, a priori, el escaso entusiasmo que despertaba el equipo en los medios especializados en los días previos al temido debut frente a Polonia. Nombres rutilantes, desde nuestra actual perspectiva no le faltaban, aunque por cierto, ninguno en su mejor versión en aquel contexto: Perfumo, Telch , Yazalde, Poy y Togneri ya encaraban el camino descendente de sus trayectorias; Houseman, Kempes, y Fillol, todavía no eran lo que pronto serían. Tal vez Brindisi, Babington, Heredia y Quique Wolff eran los que llegaban más consolidados o en un pico alto de rendimiento.
Sin embargo para la revista El Gráfico el único integrante del plantel que mereció una nota de tres páginas a color en la edición que registraría el debut del equipo en Alemania fue Daniel Carnevali, en ese momento arquero de la Unión Deportiva Las Palmas.
La nota sostenía que “…Toda una gira para la plebiscitada conclusión: el mejor jugador del equipo. Como aquella gira del año pasado. Como en las eliminatorias, el hábito de saber que el equipo siempre tiene que empezar así “Carnevali” –sin ninguna duda– después el resto”. En el epígrafe de una foto en la que aparecía junto a Santoro y Fillol, los otros arqueros del plantel, se afirmaba que Carnevali era “la figura indiscutida de la selección nacional”. El enamoramiento era tal que la nota se tituló “El arquero que todo el mundo nos envidia”. Hoy suena exagerado o voluntarista si recordamos que en ese mismo mundial participaban Sepp Maier, Dino Zoff, Ladislao Mazurkiewicz, Tomislav Maric y el polaco Tomazewski. Pero decirlo hoy, lo admitimos, es hablar con el diario del lunes. En el párrafo final el autor de la nota, Héctor Onesime, redoblaba la apuesta: “…no sabemos si nuestros jugadores volverán a decepcionar en este continente que vio pasar asombrado a una discreta expresión del fútbol argentino”. (se refería a la gira previa que incluía goleada con baile ante Holanda). “Pero todos estamos convencidos de que la esperanza se sustenta en la capacidad de Daniel Carnevali. Un producto que al margen de todo, Europa nos sigue envidiando”.
Vale una pequeña aclaración, nobleza obliga, antes de que se precipite el final con blooper de esta historia que, suponemos, ya todos imaginan. En aquella época, por una cuestión de tiempos industriales El Gráfico mandaba a taller un pliego frío, el de color, entre semana. A esas páginas ya impresas se les agregaba, en el cierre del domingo a la noche, el pliego de actualidad con el material caliente del fin de semana.
Ese detalle explica la desopilante paradoja de que en la misma edición de la revista se publicara el celebratorio reportaje al Carnevali que el mundo nos envidiaba en las páginas centrales, precedido por la crónica del periodista Juvenal de la derrota por 3 a 2 ante Polonia, en la que el arquero había tenido decisiva responsabilidad en dos de los tres goles. El otro para completarla, fue un regalo con moño de Perfumo. (ver video abajo)
“Yo tuve la culpa” fue el título del apurado reportaje que Jose María Otero, otro de los enviados de El Grafíco al mundial le hizo a un desconsolado Carnevali después del baño de realidad que nos pegaron en Stuttgart. Juvenal le hizo precio al arquero y lo calificó con cuatro puntos.
En el siguiente partido, empate frente a Italia con aquel inolvidable gol de Houseman y el olvidable gol en contra de Perfumo, Carnevali se ligó un siete. Contra Haiti que nunca nos atacó –4 a 1– Onesime le puso un ocho y pasamos raspando a la ronda final de cuatro equipos todos contra todos. Ahí Holanda confirmó lo de la gira previa y nos volvió a meter cuatro. Para El Gráfico, Carnevali jugó seis puntos. Más tarde Brasil nos ganó 2 a 1 y quedamos sin chances, virtualmente eliminados. Cinco puntos fue la calificación para Daniel Carnevali.
Y esa fue la última vez que el arquero que todo el mundo nos envidiaba vistió los colores argentinos.
Para el partido de compromiso que faltaba ante Alemania Oriental, que se jugó dos días después de la muerte del presidente Perón, el entrenador argentino Vladislao Cap decidió darle descanso a Carnevali o un premio al suplente. Le comunicó a Santoro la titularidad, pero el arquero de Independiente rechazó la oportunidad de guardar en su currículum al menos un partido de mundial argumentando estar fuera de ritmo. Algunas versiones hablan de que en realidad Santoro estaba profundamente deprimido por la muerte de Perón, sin ánimo para jugar. Cap entonces dio marcha atrás y le avisó a Carnevali que recuperaba el puesto. Carnevali se sintió ofendido por el manoseo y se negó a jugar. En medio de ese desconcierto apareció el tercer arquero, un joven Ubaldo Matildo Fillol y dijo: “Muchachos, yo también soy arquero. ¿Para qué pomo me trajeron? ¿Para jugar al medio en los entrenamientos como hasta ahora?”
Cap lo incluyó en el equipo contra Alemania Oriental. Empatamos 1 a 1 y El Gráfico le puso cinco puntos a Fillol sin gastar una línea ni a favor ni en contra.
Y a ese sí que todo el mundo nos los envidió largamente.