¿Maradona con la camiseta número 6 en la Selección Argentina? Sí. Sucedió. Aunque parezca raro. Y no fue en su primer partido. Ni en un amistoso. Ni porque le cambiaron el puesto, ni como homenaje a un compañero, ni por el orden alfabético que en aquel entonces supo regir en algunos equipos de Menotti para la designación de camisetas. Ocurrió nada menos que en una Copa América. En 1979.
Y Diego usó la curiosa camiseta 6 por una suma de azar, planificación estratégica, acumulación de competiciones y prueba de jugadores por parte del entrenador. Era tan zurdo y tan talentoso y tan volante y tan 10 como siempre. Sin embargo usó la 6.
Aunque contaba con apenas 18 años, en julio de 1979 Maradona ya era una estrella consagrada en Argentina y era la gran figura del seleccionado juvenil que buscaba el primer título en la categoría. Tenía firmado un contrato de publicidad personal con la marca de aviación Austral y era tratado prácticamente como una celebridad en el ámbito del deporte.
De hecho, tras marginar a Maradona del Mundial del 78, Menotti lo había puesto como titular en los partidos amistosos que jugó la Selección campeona del mundo, incluyendo los de una gira por Europa en la que Diego marcó su primer gol oficial con Argentina, contra Escocia. Maradona ya era el 10 y, tras su ausencia mundialista, se había establecido como titular y apuntaba a ser la gran figura en el Mundial Sub 20 de Japón.
Pero de cara a la Copa América, el Flaco había ideado un plan particular para sus dirigidos.
La Copa América de 1979 no tuvo una sede fija. Para jugar la primera fase, se dividió a los equipos en tres zonas de tres, que debían disputar duelos de ida y vuelta para definir su pase a las semifinales. Allí se unirían a Perú, el campeón, que obtenía un pase directo para defender su título.
Así las cosas, el torneo duró desde el 18 de julio hasta el 11 de diciembre (contaron bien, cinco meses), cuando finalmente Paraguay se consagró campeón tras jugar tres veces la final con Chile: ganó 3-0 de local, perdió 1-0 de visitante e igualó 0-0 en el duelo definitorio en el terreno neutral de Buenos Aires. Levantó el trofeo por tener mejor diferencia de gol en la serie.
El DT de Argentina no estaba para nada conforme con el sistema, y quedó menos conforme todavía cuando supo que Argentina y Brasil iban a tener que eliminarse entre sí, ya que compartían el grupo con Bolivia. Las otras dos zonas estaban compuestas por Chile-Colombia-Venezuela y Uruguay-Paraguay-Ecuador.
Todo esto debe haber pesado en una movida audaz: el entrenador decidió que aprovecharía la Copa América para probar jugadores que pudieran aportar en el nuevo proceso de la Selección. Dejaría de lado a los mundialistas para ver si podía encontrar un nuevo valor para el siguiente objetivo: España ’82. Al mismo tiempo, el Flaco estaba preparando al Juvenil que viajaría al Mundial Sub 20. Como Maradona era parte fundamental de ese objetivo, Menotti decidió que no jugaría todos los partidos. “No quiero desgastarlo”, explicó.
La lista final de 25 jugadores parece un desafío para los memoriosos. Estaban José Van Tuyne, Ricardo Ferrero, Guillermo Trama y José Luis Gaitán, de Rosario Central; Jorge Gáspari de Quilmes; Carlos Ángel López y “el ropero” Roberto Díaz, de Racing; el trío de Vélez compuesto por Pedro Larraquy, Juan Carlos Bujedo y José Antonio Castro; Hugo Villaverde, de Independiente; Hugo Oscar Coscia, de San Lorenzo; el arquero Enrique Vidallé, entonces en Gimnasia de La Plata; Sergio Fortunato, de Estudiantes; Eduardo Saporiti, de River y Miguel Ángel Bordón, de Boca. Ah, y Passarella.
“Passarella es el único mundialista. Él es el capitán y además el lugarteniente de Menotti adentro de la cancha”, explicó el técnico. Kempes, Ardiles y Bertoni estaban jugando en Europa y Gallego estaba lesionado. Fillol ya tenía el puesto asegurado, al igual que Tarantini, en la cabeza del DT. Él quería conocer a fondo a los nuevos valores.
Maradona ni siquiera figuraba en esa enumeración inicial, pero la lesión de un par de jugadores -como Fren y Villaverde- más la facilidad de tener a mano a los juveniles, le daban a Menotti la posibilidad de recurrir a lo mejor del Sub 20 para contar con algún reemplazo y dar experiencia a los más jóvenes. Eso sin contar con que, por su extensión, en la Copa no había demasiado rigor en cuanto a la presentación de las listas. Brasil, de hecho, usó 37 jugadores a lo largo de la competencia.
Volvamos a la voz de Menotti: “En una posición donde Maradona es indiscutible, Carlos López le da veteranía al equipo. Veteranía entre comillas, porque es joven, pero es uno de los grandes jugadores del fútbol argentino y vivió el fútbol del Gitano Juárez en Santa Fe, el de Bilardo en Estudiantes, el de Sívori en Racing… y además jugó en River”.
El Gitano Juárez y Bilardo. El gran formador y referente de Menotti y su archienemigo. Digamos que López tenía algunos ex entrenadores que lo hacían atractivo para el seleccionador argentino. Además, estaba atravesando un gran presente en el torneo local, que no se suspendió mientras se disputaba la Copa América. Al contrario, se siguió jugando y concitó tanto la atención de los medios locales que -por ejemplo- en todo su transcurso el evento no ocupó la portada de El Gráfico, casi siempre opacada por la pelea por el título en el Metropolitano del 79, que terminó ganando River.
Carlos López, un misionero flaquito de juego elegante, era entonces jugador de Racing y contaba con un canto propio que bajaba de la platea para festejar su creatividad: “Racing, toque / Racing, toque / con la zurda de Carlos López”. Fue el elegido para ocupar el puesto que a todas luces hubiera pertenecido a Maradona en el primer partido de la Copa, ante Bolivia en La Paz. Pero Menotti decidió que no viajara a Bolivia, porque enfrentar la altura era demasiado cansador.
Al igual que Diego, López solía jugar de 10 y usar la 10. Por puesto –volante izquierdo, algo suelto, en un 4-3-3- historia y tradición, todo hacía pensar que sería el dueño de la casaca más preciada. Sin embargo, en la repartija de camisetas en el debut internacional le tocó la número 16.
La 10, en cambio -vaya uno a saber por qué-, quedó en poder de un lateral izquierdo de Vélez que no pisaría la cancha ni un solo minuto: Juan Carlos Bujedo, hombre de 23 años que cursaba su segunda temporada en Primera. Aunque se perfilaba como titular en las prácticas previas, el boquense Bordón apareció ocupando ese espacio en el debut.
En La Paz, el equipo formó con: Vidallé; Saporiti, Van Tuyne, Passarella y Bordón; Gáspari, Larraquy y López; Castro, Fortunato y Roberto Díaz. La empresa no tuvo éxito. López marcó bien temprano, a los 5 minutos, pero Bolivia lo dio vuelta y terminaron 2 a 1.
Venía Brasil, de visitante. Diego esperaba su oportunidad.
Aunque Menotti planeaba llevar a Maradona y a otro juvenil destacado -Juan Barbas- al partido del Maracaná, su titularidad no estuvo realmente en los planes hasta que se concretó la derrota con Bolivia. De hecho, Brasil también perdió en La Paz, con lo cual los puntos de los partidos ante el archirrival se habían vuelto más importantes.
Y Maradona jugó.
Le buscaron una camiseta que no hubiera sido asignada en el partido anterior y le tocó el insólito número 6. La decisión fue coherente pero un poco extraña por lo inflexible, dado que en el mismo torneo Jorge Gáspari usó la número 2 y la número 12; y tomando en cuenta que tanto José Luis Gaitán como José Luis Valencia usaron la número 13 en distintos partidos de la competencia.
Igualmente, allí fue Diego, con el inédito número que parecía no identificarlo del todo. El 2 de agosto de aquel año jugó su primer partido en una Copa América, y lo hizo con aquella camiseta ajena. Para colmo, tuvo que absorber el duro golpe que llegó en forma de gol de Zico, a los 2 minutos.
Argentina jugó con Vidallé; Barbas, Van Tuyne, Passarella y Bordón; Gáspari, Larraquy y Gaitán; Coscia, Maradona y Roberto Díaz. López ingresó en el segundo tiempo por Gaitán y sirvió de buen socio para Maradona.
El equipo llegó al empate a través de Coscia y tuvo en Maradona al mejor jugador. Dio la asistencia para el gol, puso una pelota clarísima dentro del área a Passarella –que terminó desviando su tiro por arriba del travesaño- y pateó una al ángulo que tapó muy bien el arquero Leao. Sin embargo, Brasil desniveló a partir de un gran gol de Tita y se llevó los dos puntos que en aquel momento entregaba la victoria. La sensación general tras la derrota fue positiva. Muchos pensaban que sería una goleada y fue un partido dignísimo de un seleccionado en formación. Ahora bien, si Menotti sacó algo en claro de aquel día fue esto: Maradona no podía faltar.
Dice la crónica de época: “Entregó el pase que terminó en el empate, se movió con claridad e inteligencia, desequilibró amontonando rivales y sacándoselos de encima, colocó pases de gran precisión y terminó mostrando una nueva faceta de su personalidad de jugador: DIEGO MARADONA COMPRENDIÓ PERFECTAMENTE LA SITUACIÓN Y CARGÓ CON ELLA. FUE CONDUCTOR DEL EQUIPO. NO HUBO NI UNA SOLA JUGADA PRECISA, AGUDA DE ARGENTINA, QUE NO PASARA POR SUS PIES”. Las mayúsculas son del original.
Ya sin margen para un tropiezo, el equipo de César Luis recibió a Bolivia en la cancha de Vélez, el 8 de agosto. Argentina se presumía superior, pero no tomó riesgos: paró una versión apenas más ofensiva de aquella que había gustado frente a Brasil, con el único cambio de Fortunato por Gaitán.
Diego volvió a usar la extraña camiseta 6, y volvió a ser el mejor de un equipo que ganó muy tranquilo. De hecho, el campeón del mundo se puso en ventaja con un zurdazo de Passarella al minuto de juego. Gáspari aumentó a los 15. Y la obra maestra del partido llegó en el minuto 20, un golazo tras una arrancada de Maradona desde la derecha hacia el medio, una linda pared con Coscia que corrió por la punta hasta el fondo y una definición con libertad del propio Diego dentro del área.
Maradona festejó desde el suelo aquella conquista y la posibilidad certera de poder buscar una clasificación en el último encuentro, mano a mano contra Brasil. Si Argentina ganaba en ese siguiente juego, quedaría primero en su zona por diferencia de gol.
El periodismo coincidió en volver a señalarlo como el mejor del partido. Ya no quedaban dudas de lo importante que era para el equipo. Aunque, tristemente, ya no tendría chances de demostrarlo.
El 16 de agosto, cuando Argentina apenas empató 2-2 contra Brasil en el Monumental y quedó eliminada, Diego ya estaba lejos. Se fue a Los Ángeles a jugar un amistoso preparatorio junto al Sub 20, a mitad de camino hacia Oriente, frente a México. Terminó 2-1 con un gran gol suyo, de tiro libre, por encima de la barrera. Ya había vuelto a usar la número 10.