Para que haya un gol ridículo antes tiene que haber errores ridículos. Puede haber errores variados: de concentración, por fallos técnicos y, los más graves, de concepto.
Hace más de 20 años no se discutía tanto sobre salir jugando o tirarla larga. Un debate que, de por sí, está mal planteado: la discusión es sobre cuidar o no cuidar la pelota. Claro, hay entrenadores que prefieren no cuidar la pelota porque creen que, al tirarla larga, están cuidando su arco (mientras más lejos esté la pelota de nuestro arco, menos chances de meternos un gol, es su lógica). El colmo de los colmos se dio el sábado en el arranque de la liga francesa. Acá pueden ver el saque inicial del Amiens contra el PSG (ojo, no es un partido de rugby)…
Es cierto que un jugador de elite tiene que estar concentrado durante todo el partido, aunque es lógico que se desenfoque un poco cuando la pelota no está cerca de él. Cuando un arquero decide sacar largo, hay un error de concepto: tiene la pelota su equipo pero decide dividirla. Y también, sin quererlo, está “desconcentrando” a sus defensores, que creen que la pelota irá lejos y no se sienten involucrados en el juego. Si cualquiera de los 11 futbolistas sabe que puede recibir la pelota en cualquier momento, se darían más casos como este gol del Argentinos campeón de Heinze, por ejemplo.
¿Alguien puede creer que el arquero de un equipo tenga la pelota en sus manos y diez segundos (¡diez segundos!) más tarde festeje un gol el otro equipo? Alguien seguro dirá que eso sólo puede suceder si el arquero salió jugando mal y le robaron la pelota inmediatamente. Pero no. El arquero sacó largo, ningún delantero pudo bajar esa pelota, los defensores estaban en otra cosa y así Bebeto pudo quedar cara a cara y ridiculizar al arquero (que hacía nada tenía la pelota en su poder) antes de una de las celebraciones más recordadas de la historia del fútbol. Sencillamente porque esta jugada insólita sucedió en los cuartos de final de un Mundial, en Estados Unidos 94.
Y después de repasarla y recordarla en el video que está abajo, vale recordar una frase de Juan Manuel Lillo, uno de los maestros de Guardiola: “No arriesgar es lo más arriesgado, así que, para evitar riesgos, arriesgaré”.