Entre 1968 y 1985, Arturo Andrés Ithurralde pisó nuestras canchas con firmeza. Protagonista de finales y clásicos históricos, mundiales y partidos internacionales, hoy disfruta del retiro en Mar del Plata. Lector de Un Caño (“es risueña y te dice las verdades de una manera que otros no la dicen”), el hombre demuestra que es apasionado de corazón. Por momentos parece un poco fanfarrón, aunque él mismo se ríe de esa pose.
—¿Cómo recuerda el famoso cantito…?
—”I-thu-rral-de, la concha de tu madre”. A los otros árbitros tenían que acoplarle algo al insulto: “Coerezza, compadre, la concha de tu madre”, por ejemplo. Conmigo no hacía falta…
—¿Lo tomaba con naturalidad?
—Te acostumbras a todo. Por ahí me encaprichaba, es cierto. Los cantos también influían en algunos jugadores. En un Central-River, en la vuelta de Kempes de Europa, a Mario le cantaban “Kempes, Kempes, corazón, Rosario te saluda la puta que te parió”. En un alto le dije “no les des bola”. Y él me respondió: “Arturo, ¿sabe los goles que hice acá? Mire cómo me tratan”. Dos minutos después, Tarantini tomó la pelota y empezaron con “guarden los bolsos, guarden las carteras, llegó a Rosario la Pata Villanueva”. Era la época que la acusaban de afanar en una tienda en Londres. Lo volvieron loco, y el Conejo le metió una murra al siete. Le dije: “Escúcheme, Tarantini, ¿qué culpa tiene el 7? Tiene una esposa como usted, se gana la plata como usted, no lo lastime. ¿Cómo le va a dar bola a esta gilada?”. “Tiene razón, Ithurralde”. Después siguieron: “sol y luna, sol y luna, sol y luna, a la Pata Villanueva se la coge hasta Labruna”. Había que estar atentos porque los jugadores se calentaban con razón. Inmediatamente saca la chapa: “no me gusta quedar mal con mis colegas, porque van a pensar: ¿éste quién se piensa que es, Gardel? ¡Sí, fui Gardel! ¡En cinco continentes, dirigí! Cinco torneos FIFA… Fui el único árbitro latinoamericano que dirigió en el viejo Wembley, que fue tres veces contratado en Colombia, que estuvo en tres finales en Ecuador, y en catorce Copa Libertadores. Y todos los años que no jugaba Argentina, iba a Uruguay. Y no era verdurita jugar en ese tiempo, eh. Ahora es cualquier cosa. Yo te estoy hablando de Matosas, de Maneiro, de Ubiña, de Blanco, de todos esos jugadores. A mí me tocó echar a Gatti en cancha de Boca. ¡Trece fechas le dieron! Si vos encontrás un referí que tenga las pelotas para haber hecho eso, te doy un premio”.
—¿Cómo fue eso?
—En 1978. La final entre Central y Quilmes, que fue campeón. Cobré dos penales a favor de Quilmes. Pero yo no tengo la culpa si los penales los hacen ellos… Entonces pasaron unos meses y dirigí un partido de morondanga entre Boca y un equipo de Mendoza, creo que Gimnasia. Y le cobré dos penales en contra en pocos minutos a Boca. Gatti se reunió con los jugadores y escucho que dice “dejalo, que éste la agarró (a la guita) en Rosario”. Voy al arco y le digo “Gatti, no lo escuché bien, ¿me puede repetir lo que dijo?”. “No porque usted me va a echar”, me dice. “No, ya lo eché: ¡afuera!”, terminé. Y ahí se puso loco, me puteó, provocó desorden, decía que me iba a tirar la gente en contra. Se lo llevaron. Resultado: los mendocinos ganaron 5 a 2. Pobrecitos, tenían un miedo que no sabían ni dónde estaban parados.
—También lo echó a Mostaza Merlo en el primer tiempo del Boca 3-River 0 del ’81…
—Por una piña a Brindisi, sí. Ellos me decían que no podía haberlo visto, pero yo era desconfiado por naturaleza. Apenas miré al costado lo vi. ¡Afuera! Dos veces lo eché a Merlo, la otra en cancha de San Lorenzo, cuando tuvo un problema con el Panadero Díaz. Pero en la segunda rueda ganó River 3 a 2 con un penal, ¡y eso les gustó a los de River! Los de Boca me querían matar. Porque perdieron por un penal. Y ese día… No te lo tendría que decir pero lo haré: hubo un jugador de Boca…
—¿Qué tuvo una conducta extraña?
—Exactamente. Y se hacía el bueno… Justamente los superclásicos lo tuvieron de protagonista en partidos históricos: “dirigí cinco superclásicos, pero fui el único que dirigió un partido que fue a suerte y verdad (habla del Boca 1-River 0 de la final del Nacional ’76). En el vestuario me reuní con los capitanes Suñé y Perfumo. El de River me dijo ‘nosotros queremos jugar la pelota muy rápido’. Le respondí: ‘¿a mí me lo dice, que soy el campeón de dejar jugar? Suñé, ¿usted tiene algún in-conveniente?’. Perfumo todo empilchado y el Chapa cabizbajo, en ojotas: ‘nooo, no hay problema’, dijo el de Boca. Cuando llegó ese tiro libre famoso, el defensor se desligó de la jugada y Suñé tomó la pelota y me dijo detrás de ella —¡para que no lo vieran al hijo de puta!—: ‘Ithurralde, juego rápido yo, eh’. ‘¡Juegue!’, le contesté: Y fue gol. Fillol estaba armando la barrera, y que no hable mucho porque seis meses antes Potente le hizo otro gol igual”.
—¿Tuvo problemas durante la dictadura?
—Uno sólo, que lo solucioné. El país estaba convulsionado a comienzos de los ’80 por un hecho que no recuerdo. Dirigí un Boca-Independiente, que era siempre un partidazo. Ma’ que River-Boca… Vinieron unos policías y me dijeron “mire, señor, vengo a verlo en nombre del Poder Ejecutivo. En una palabra, el presidente de la República para decirle que este partido tiene que terminar bien y que al primer inconveniente, usted lo suspende, nosotros entramos a la cancha y sea el jugador que sea el que provoque el desorden, nosotros lo llevamos”.
—¿Querían llevarse preso a un jugador?
—Sí. Cuando terminó le dije: “hay un detalle que usted pasó por alto: ¡El presidente durante dos horas en esta cancha soy yo!”. Me miraban y me querían matar… “Y le voy a decir una cosa: no se les ocurra tocarme un jugador ni meterse con ellos. Porque mi trabajo es ése: manejar a los jugadores como ustedes manejan a los presos. Ustedes esperan ahí. Si sus servicios son necesarios, los voy a llamar”. Estaban locos. Querían llevarse al primero que meta una mano. ¡Mirá si me iban a sacar de la cancha a Bochini porque discutió con un rival!
Tiene dos experiencias en Mundiales de mayores. En Argentina ’78 participó, aunque no como hubiese querido: “no fui árbitro principal, aunque al principio se daba por descartado que era yo, finalmente fue Ángel Coerezza, ganaron los militares… La influencia militar tuvo que ver con la designación”. En ese torneo, Ithurralde fue cuarto árbitro y juez de línea en Brasil-España, en Mar del Plata, “el día que el boludo de Cardeñosa se perdió un gol increíble”, recuerda. Hasta que llegó España ’82. De allí recuerda su paso, siempre con un relato cargado de sinceridad: “la peor mierda me tocó a mí: España-Honduras. Todos, incluido yo, decían ‘pan comido’. ¡Pan comido de acá! Empataron los españoles de pedo, con un penal. Me tocó con un juez de línea búlgaro que me terminó odiando. En diez minutos le hice bajar la bandera tres veces. Dos días después me encaró y me dijo: ‘escúcheme, a la FIFA no le gusta que los jueces de línea bajen la bandera’. Le respondí: ‘a mí tampoco, porque la suben muy mal. Si la subieran bien…'”.
Del personaje histriónico que relata toda su historia, Ithurralde pasa al que por primera vez cambia el tono de su voz cuando se le consulta sobre su retiro del referato. “En el ’84 me sacaron del arbitraje internacional, y un año después me dijeron ‘se terminó”, recuerda con nostalgia. “El último fue un Independiente 1 (gol de Bochini)-San Lorenzo 0, en AveIlaneda, en diciembre de 1985. Tomé ese partido con mucha tristeza. Ya sabía que era el final. Los dirigentes ya me venían saludando. En Córdoba vinieron los dos equipos a abrazarme. El presidente de Talleres me dijo ‘¿sabés cómo te queremos acá? Quedate tranquilo que acá la gente te aprecia. El de Instituto, lo mismo. Eso te afloja un poco las piernas…”.
Jamás se desligó del mundillo arbitral. Entre 1999 y 2002 trabajó en AFA y fue profesor de los árbitros de Primera B Metropolitana, cargo al que renunció “antes de que Grondona me echara, cuando reestructuró todo luego del Mundial de Corea-Japón”.
—¿Qué opina de la reestructuración actual?
—Comparto en un 90 % esa idea. Hay dos casos (ellos piensan que yo estoy acá en Mar del Plata y no me entero de nada, pero sí que me entero) de gente que yo hubiese echado antes. Uno por haber mentido en un informe, y el otro porque es el peor árbitro. Es Alejandro Sabino, hijo de un ex referí. En realidad no es árbitro, no sabe nada… En 2002 hice una carta enorme pidiendo que lo echaran y no lo echaron. ¡Y encima lo hicieron juez internacional! Duró un partido. A Furchi, dicen que por ahí lo dan de baja, y éste fue el mejor año que jugó desde que está en Primera… Todo al revés, viste… Bien, bien, bien, no lo vi jugar nunca, igual. Tiene altibajos serios.
—¿No es desprolijo que el presidente de la AFA sea el presidente del Colegio de Árbitros?
—¿Desprolijo? ¡No! ¡Es antirreglamentario! El reglamento dice que tiene que haber un Colegio de Árbitros con una autoridad y sus vocales. Que Grondona diga “esto lo voy a intervenir porque no funciona” es distinto. Pero si vos tuviste nueve o diez años a un tarado mental como Romo (porque el apellido es exactamente el que le cabe a él), entonces está mal. ¿Pero intervenir la AFA? Yo tengo que pensar que él no confía en ningún dirigente de AFA. ¿No hay ninguno que sea honrado, tranquilo, nada fanático o loquito? Yo conocí un montón de tipos espectaculares como presidentes del Colegio.
—Lamolina es el vicepresidente del Colegio. Fue quien lo reemplazó cuando usted se retiró. ¿Está de acuerdo con su puesto?
—A Aníbal Hay lo echaron, a Lamolina lo dejaron. No… O los dos, o ninguno. Si echaron a Hay, debían haberlo echado a Lamolina, que estaba todo el día junto con Hay en todas las canchas. ¿Por qué a Hay lo echaron como un infeliz —y aclaro que no lo estoy defendiendo—, pero del otro lado queda uno más sereno que tampoco es tan bueno? Cuanto menos, es una medida extraña. No existe correlación con la designación de Lamolina. Además, hoy no existe la opinión del Colegio, porque está intervenido por la AFA. Ah, y estoy esperando una explicación pública sobre la situación de Daniel Raffa y Javier Ruiz, que no dirigen más desde comienzos de año. Algo raro pasó…
—¿Por qué Jorge Romo (ex presidente del Colegio de Arbitros) tiene aún tanta influencia?
—No lo sé. Su relación con Grondona viene de hace tiempo. Yo sé que trabajaba en Acindar y era proveedor del corralón de Grondona. Después, puso un depósito por su cuenta… También me extraña la inclusión de Miguel Scime. No dirigió nada. No fue internacional. Fue un árbitro del montonazo…
—¿Se equivoca seguido la AFA?
—Hay cosas que no las entiendo. Con Brazenas cometieron el error más grande del mundo. La AFA se equivocó porque tiene malos asesores y malos profesores. En ese torneo, la AFA cometió varios errores y nadie dice nada. A los árbitros, cuando se equivocan, les dan una fecha. Eso pasa porque hay que dejar conformes a los grandes. Brazenas estuvo tres años sin jugar. Tiene una altura y un físico muy fuerte que no le facilitan la gimnasia, el desplazamiento. Tuvo una operación en la columna y, cuando le dieron de alta, él fue a hablar con el médico y Grondona: “miren, yo no puedo dirigir de nuevo”, les dijo. Como tenía contrato, alguien se encaprichó y mandó al médico a decir: “puede jugar”. Así le fue… Brazenas quería dejar la actividad y lo pusieron en cancha de prepo. No podía… La AFA le tenía que pagar. Encima, Brazenas no fue internacional, y para un partido final como fue Vélez-Huracán había que poner un juez internacional. Ahí está el resultado…
—¿Baldassi es el mejor?
—Técnicamente, es el que mejor dirige. Aunque a veces no lo designan seguido porque tiene una seria lesión en la rodilla.
—¿Es muy conciliador?
—Es amiguero. Abraza a los jugadores, sonrisita…
—¿Eso está mal?
—¡Eso es una cagada! ¿Miró si yo me le iba a reír a un jugador? ¡Los jugadores entran! Un día, Walter Perazzo hizo un golazo y Loustau fue a felicitarlo. Me preguntó qué me pareció. “Una injusticia, un riesgo y una informalidad que no se debe cumplir —le dije—. El árbitro no está para felicitar a los jugadores. El fútbol es para dedicarse a dirigir”. Los ojos, todos los sentidos tienen que estar puestos en el fútbol. Y lo más importante: la inteligencia. Hay que dirigir con inteligencia.
—¿Le debe algo a Grondona?
—No. Hay que ver los partidos para distinguir qué le debe Grondona al árbitro, no el árbitro a Grondona… Es al revés. Eso podría decir: los árbitros le demostraron a Grondona que puede salir campeón cualquiera. Por eso los últimos años tuvimos varios campeones chicos.
—¿Alguna vez Grondona lo presionó a usted?
—Con Grondona nunca hablé de una jugada de fútbol. Hay cosas que no le gustan, puede ser. Yo no le otorgué a Independiente un gol, y salió campeón Estudiantes, en el ’83, en Avellaneda. Giusti bajó la pelota con la mano. Vino corriendo Trossero, protestando. “¡Calmaaaa!”, le grité. Porque Trossero se la daba de guapo. “¡Espere un momento, ¿usted es el capitán?”. “Sí, Arturo”, me contestó. Lo llamo a Giusti -mirá lo que me jugué, eh- y le digo: “¿le puede decir a su capitán si usted bajó la pelota con la mano o no?”. Y Giusti respondió: “sí, la bajé con la mano”. Lo que le dijo Trossero a su compañero no lo puedo repetir porque lo tendría que haber echado cinco veces.
—Una anécdota más, por favor.
—Jugaban Vélez-Independiente, llegó una jugada podrida —porque el árbitro tiene que tratar de no sobrepasar nunca la línea de avance; si no, se tiene que dar vuelta para mirar—, pero yo venía corriendo… Y se va el wing izquierdo a toda velocidad. Yo dije “pasa como tejo”. Sigue con la pelota, patea y la pelota me viene a mí. Yo me cubrí, me corrí y la pelota pasó, no me tocó. La agarró otro jugador. Pero puso la mano. Hizo “paf”. ¡Prrrr! Cobré penal y no lo había visto. Miré al juez de línea y me dio la derecha. Lo cobré por el ruido…
—¿Y si le había pegado en el muslo?
—¡Nooo! El ruido de la mano es único.
*Entrevista publicada en UN CAÑO #34 – Marzo 2008.