Buscamos entre los árboles y los puestitos ambulantes, detrás de las estatuas y bajo las pérgolas, en -los bancos y las esquinas, y por cada uno de los senderos que cruzan la Plaza Colón, en el corazón de Luján, un destino de súplicas y rezos que en esta parte se bamboleaba con el movimiento burocrático de cualquier centro de ciudad al mediodía. El compañero Fabián Mauri revisó, además, en los cafés de la zona, pero regresó cada vez con mayor resignación. Estábamos por sumergirnos derrotados en la autopista cuando llegó un mensaje de texto breve y esperanzador: “ahí va”. A los dos minutos, Horacio Elizondo se nos apareció en la plaza como un milagro. Acá, en Luján.
Elizondo también nos había buscado con la misma mala suerte del desencuentro. Cosas que pasan… La cita era en una plaza, un lugar infrecuente para las entrevistas, cuyo territorio está gobernado por la mesa del café. Elizondo, al contrario, prefiere el aire libre: sentarse a la sombra de un árbol en uno de los bancos de este cuadrado verde. Hay elecciones pequeñas que, en escala, se parecen mucho a una opción de vida.
El árbitro de la final –y el partido inaugural– de Alemania 2006 viene de una caída: en las primarias de agosto se presentó como pre-candidato a concejal de Luján por Compromiso Peronista, una agrupación del Frente para la Victoria. Su lista perdió en esa interna kirchnerista, pero Elizondo cree que el camino es largo: ve un triunfo dentro de esa derrota. “Sacamos cinco mil votos que no se los pedimos a nadie, que fueron producto del sacrificio. Para nosotros es importantísimo, porque es un paso más para seguir creciendo”, cuenta Elizondo, 47 años, cuatro hijos y una tarjeta roja para la historia: la que despidió a Zinedine Zidane de los Mundiales de fútbol.
–¿Por qué te involucraste en política?
–Yo provengo de una familia de raíces radicales. Nunca se habló del peronismo en mi casa. Aunque mi papá y mi mamá siempre reconocían a Evita, y yo me sentía identificado con ella más que con todo el movimiento. Pero desde muy chico mis acciones tenían que ver más con el peronismo que con el radicalismo. La sensibilidad social, transformar las cosas, obtener programa y proyectos para todos, las leyes que apuntaban a un gran abanico de la población…
–Hay una historia con tu padre y el peronismo.
–Él decía que cuando trabajaba en la fábrica lo obligaban a ir a los actos y que tuvo problemas por negarse. Para mí, hubo un gran resurgimiento de la política después de la dictadura, con Raúl Alfonsín, porque su discurso me llegó. Me desencanté con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Aunque uno también intenta evaluar el momento. Y como profesor laburé, sobre todo, en escuelas carenciadas, sólo en unas pocas privadas. También me especialicé en discapacidad. Después, lo que pasó en el Mundial y que me haya invitado Néstor Kirchner para saludarme para mí fue muy fuerte.
–¿Por qué?
–Por conocerlo al presidente, que era una persona muy sencilla, y porque en un momento él se animó a decirme que, cuando uno quiere, las cosas se pueden cambiar.
“Hay clubes que les pagan las deudas a sus jugadores con pibes de Inferiores que después serán compañeros. Creo que se ha perdido la brújula”.
–¿Cómo fue el encuentro?
–Él era muy gracioso. Me dijo que al helicóptero de De la Rúa lo tuvo un año prendido, por las dudas. Y me contó todo lo que sufrió en ese primer año, que quería avanzar para un lado y no podía, quería avanzar para el otro y no podía… Que sufrió y lloró… Entonces me mostró una sala en donde se abrazó con su familia cuando no le encontraba la vuelta. “Y Cristina me dijo ‘poné el primer ladrillo, esto es ladrillo por ladrillo’, y ahí arranqué”, me contó. Yo le pregunté por qué los políticos no hablaban del deporte, aunque se tratara de una herramienta de transformación e inclusión. Él justo estaba con el concepto de la transversalidad, y le expliqué que el deporte era transversal a todas las jurisdicciones, a todos los ministerios y secretarías. Se interesó y le dije que yo podía armarlo, darle forma, y al mes me llamó. Así nació la Coordinación de Programas Deportivos Jurisdiccionales de la Secretaria de Deportes, que hoy todavía funciona. Ellos le dieron todo el marco legal y estructural, y yo puse los contenidos técnicos. Fueron nueve meses, porque después vinieron las elecciones, ganó Cristina y en el transcurso de ese año me llamó Grondona para la AFA.
–¿Qué es lo que más te gusta de todo este camino político?
–Yo entré a la política por un decreto presidencial, y esa cuestión me chocó un poco porque yo venía del palo de la educación y me empezaba a poner en el lugar de todos. ¿Y Claudio Morresi qué debe pensar? ¿Que le vengo a cortar la cabeza? ¿Y fulano qué debe pensar? Ni siquiera consultaron. Era un sapo de otro pozo, aunque uno siempre hace política, hasta en tu casa la hacés.
–De hecho, habías conducido el sindicato.
–Sí, fui secretario general y secretario adjunto de la AAA. Pero esto de ahora fue distinto porque empecé a militar, y yo nunca lo había hecho. Siempre la entrada a la política fue por invitación, debido a mi capacidad técnica. Ahora, en cambio, es diferente: pegar carteles, doblar boletas, idear un panfleto, un volante, armar una campaña y los equipos.
–Bien en el llano.
–El otro día, un joven me decía “pero Horacio, vos estás para otra cosa”. “No, ¿quién te dijo eso? Yo elegí estar acá, esto me faltaba”. A veces uno llega a lugares muy arriba sin haber pasado por otros lugares, y no se sabe bien qué te vas a encontrar. A veces uno cree que sabe muchas cosas y no las sabe. Necesitás meterte, caminar, hablar con la gente, porque nosotros creemos que todo lo que pasa está alrededor de nuestra quintita.
–En esta militancia, ¿te ayudó alguna lectura?
–No, fue una cuestión práctica. Me gustó y participé, participo y seguiré participando. Lo doctrinario es algo que voy aprendiendo en la militancia. También me reuní muchas veces con pibes de la Juventud Sindical y con Facundo Moyano. Ellos tienen mucha formación, y de eso aprendo. Pero a la gente no le importa que vos sepas de Marx o Perón, a la gente le importa que vos cubras sus necesidades y soluciones sus problemas; que tengan bienestar, mejor desarrollo y calidad de vida.
–Debe ser difícil ser un hombre sensible en el fútbol.
–Difícil. Es un lugar de estructuras muy fuertes, muy cerradas, con un sentido de corporación muy marcado. A los 33 años empecé a hacer terapia, y una de las cosas que decía era precisamente “¿qué hago ahí?” Yo soy lo contrario de lo que exige el sistema, sufro mucho las cuestiones afectivas. Y me dijeron “ése es tu lugar, es lo que tenés que aprender, que no todo pasa por donde vos lo mirás ni va a funcionar con la mirada que vos tenés. La conclusión fue que tenía que aprender y poder desarrollarme en ese lugar. Siempre fui una persona contestataria, que cuestionó el sistema, y como árbitro tuve agarradas con varios dirigentes. Después, cuando pasé del otro lado y fui un dirigente de formación, empecé a ver otras cosas que antes no veía.
–¿Tuviste un intercambio con Eduardo Galeano?
Sí, pero fue medio virtual. Yo había dicho que lo leía mucho, entonces él aprovechó después del Mundial para mandarme un sobre con un libro de él, con su dedicatoria. Después, yo le mandé una camiseta de árbitro. Ojalá en algún momento podamos encontrarnos. Es muy futbolero. Y esta cuestión mágica que tiene de cómo articular y vincular el amor, la sociedad, el fútbol con todo lo que es él… Porque es una persona totalmente articulada. A mí me gusta ese tipo de escritura que puede vincular todo lo que se ha aprendido en la vida.
–Vos tuviste que tomar la decisión de expulsar a Zidane en una final del mundo. ¿Qué cosas pasaron por tu cabeza en ese momento?
–Nada. Las cosas te pasan después. Si hubiesen pasado antes, quizás no hubiera tomado la decisión. Yo lograba abstraerme de todo. En los últimos cinco años de mi carrera, mi visualización de los partidos era ésta: yo mismo, desde la platea, manejando a Horacio Elizondo con un joystick. “Cobrá mano, tiro libre, advertí, amonestá, tiro de esquina, saque de meta, salí de ahí, parate allá…”. Y eso se logra con entrenamiento, capacidad, experiencia… Y nutriéndote de muchas herramientas que no tienen que ver con lo específico. Empecé a jugar al golf para trabajar la atención, manejé mi ansiedad y mi flexibilidad.
“Hoy vemos atisbos de dirigentes que quieren cambiar. Algunos se animan, otros no se animan y algunos otros están ahí. Empezó a haber un movimiento. Lo que me parece que falta todavía es un proyecto, una propuesta, algo más elaborado”.
–¿Qué te pasó después de esa expulsión?
–Expulsé al mejor jugador del mundo en una final; faltaban diez minutos, 2.200 millones de personas mirando por televisión… ¿Cómo me animé a hacer eso? Y… Si yo hubiera pensado todo eso que pensaban cada uno de ustedes, quizás no hubiera tomado esa decisión. Ahí, además, hay administración de la decisión y trabajo en equipo. Hay un trabajo de muchos años. Es como si al ver a Julio Bocca uno creyera que es fácil y que también puede bailar así. La gente que hace las cosas sencillas y fáciles sabe mucho. Nosotros, en los días previos, teníamos mucha exigencia, porque veníamos de jugar el partido inaugural en un muy buen nivel, y después jugamos tres más también con buen nivel. Y el gran desafío nuestro era mantenerlo, porque nadie se iba a acordar de esos cuatro partidos. Nos iban a matar. Después nos enteramos de que éramos los primeros en abrir y cerrar un Mundial.
–¿Cómo fue tu encuentro posterior con Zidane?
–Fue en Murcia durante un evento de Adidas. Me preguntaron si tenía algún problema en que fuera él y dije que no. Estuvo él con su familia, yo con la mía, y hablamos, pero jamás nos referimos a aquel partido. Yo vi que a Zidane le molestaba, y mucho… Pero sí hablamos de mis proyectos, de lo que queríamos hacer, de nuestras cosas…
–Uno podría imaginar que, más allá de todo, vos tenés más simpatías por Zidane que por Materazzi.
–Eso es algo muy interno, y después de un Mundial yo te puedo decir por quién tengo más sensibilidad. Pero durante el partido vos te convertís en un ser frío, objetivo, y a la mierda con la sensibilidad y todo eso. Porque te juega en contra. Y fijate que nadie me pregunta por Materazzi. Todos me preguntan si me encontré con Zidane.
–¿Y te lo encontraste al italiano?
–Sí, en Panamá, en 2008, durante un encuentro de amigos de Messi contra amigos de Ronaldinho. Me golpean la puerta del vestuario y era Materazzi. Un ropero. Me mira, me sonríe y me abraza: “¡yo quiero sacarme una foto con usted, siempre estuve pensando en usted, en cómo poder sacarme una foto!”. Ningún problema, le digo. Se va, y al rato viene con toda la mujer, los hijos y toda la familia. Estaba como un chico con las fotos, enloquecido y agradecido. Yo no lo conocí en profundidad a Materazzi. Sí conocí a muchos personajes, como Chilavert, que parecía que se comía a los chicos crudos y era un tipo servicial, cordial, hospitalario, con muchos atributos.
–Julio Grondona te dijo que vos no eras para esa cultura. ¿Entendiste qué quiso decirte?
–Entendí dos cosas, en ese momento: o estoy para cosas mayores o me está diciendo “chau, tomátela, no te aguanto más, me traes más problemas”. ¿Cuál de las dos es más cercana? Para eso necesitás tiempo. Yo lo conozco a Grondona, y me quedo con la segunda. Hay gente que dice “vos trabajaste treinta años en la AFA y Grondona te llevó a un Mundial”. Si yo supiera que todo es así, no hubiera estado ni un minuto en la AFA. Yo creo que fui a un Mundial porque me lo gané. Aparte me quitó el 2002. Y me vino bien, pude desarrollar todo y salí mejor parado en 2006. Yo tengo muchas cosas con Grondona. Siempre me dijo “yo sé que no sos amigo, pero lo que enaltezco de vos es que sos un enemigo visible y que sé dónde estás parado”. Y yo siempre lo respeté por eso, y porque yo sabiendo muchas veces cómo jugaba sus cartas, tampoco he sentido que me ha traicionara.
–Dijiste que finalmente nada cambió. ¿Cuándo empezaste a trabajar en la Dirección de Formación Arbitral, creías que había voluntad para eso?
–Sí, mordí el anzuelo. Yo creo que había una voluntad, si bien era chica y se diluyó rápidamente. Hoy vemos atisbos de dirigentes que quieren cambiar. Algunos se animan, otros no se animan y otros están ahí… Empezó a haber un movimiento. Lo que me parece que falta todavía es un proyecto, una propuesta, algo más elaborado. En la AFA es todo cotidiano. Y hay una cuestión: muchos técnicos que supuestamente no cumplieron su rol volaron, pero los dirigentes que los eligieron siguen estando. El arbitraje lleva muchos años con problemas y sigue la misma gente. A los que se atrevieron a cambiarlo, enseguida los sacaron.
–Hace poco dijiste que había árbitros que representaban jugadores. ¿Cómo es eso?
–Yo creo que se ha desmadrado por la relación de muchos árbitros con dirigentes. No hablo de ser cortante, pero no podés traer chicos del interior para colocarlos en los clubes. ¿Como hacés después para dirigir ese club? Y te podés hacer amigo de un dirigente y establecer relaciones. Hay clubes que pagan las deudas a jugadores con pibes de Inferiores que después serán compañeros. Creo que se ha perdido la brújula.
–Cuando se fue Jorge Romo, el Colegio de Árbitros quedó en manos de Grondona como presidente y Lamolina como vice. ¿Es lo mismo que antes?
–A Romo lo metió en la Conmebol. El grupo de Eduardo Deluca es el que maneja el Colegio de Árbitros. Romo y Lamolina son lo mismo, forman parte del mismo grupo. Aníbal Hay también era del mismo grupo. Yo me enfrenté con Romo en todo momento, y putearlo a Romo era putearlo a Grondona.
–¿Bajo qué lógica se mueve Grondona?
–Yo creo que es la construcción del poder en sí misma. ¿Cuántos son los logros desde que es vicepresidente de la FIFA? ¿El futbol argentino como está? Es muy difícil que estés treinta y dos años en el poder queriendo demostrar que vos estás ahí para transformar las cosas. Una cosa que me parecería muy sensata es que no pudiera haber más de dos mandatos en la AFA.
–¿Hoy no volverías a la AFA?
–Me encantaría trabajar en la formación y educación, pero ahora no, porque ya sé lo que es Grondona, cómo piensa. Y ya me quemé la mano… Sería un tarado si volviera, porque sé lo que va a pasar. La gente no cambia.
–Vos que conociste a los dos, ¿qué opinás de lo que dijo Marcelo Araujo acerca de que Grondona es “el Kirchner de la FIFA”?
–Que Araujo conoce muchísimo a Julio Grondona, pero no conoció a nada a Néstor Kirchner. De lo contrario no podría haber hecho nunca esa comparación.