Cuando Orson Welles llegó a Hollywood era un niño terrible, reconocido por su talento teatral y su propensión a la arrogancia. Además de una intervención radial de impacto tan perdurable como la radio misma: en 1938, al recrear una novela de su casi homónimo H.G. Wells, convenció a una aterrorizada audiencia de que los marcianos atacaban New Jersey.

El geniecillo no podía ser más tentador. Así que RKO le ofreció un contrato con amplias libertades –una concesión poco usual– para rodar en el corazón de la industria. Si bien Orson había hecho un film experimental para usar en una puesta en escena de su compañía teatral, era un hombre extraño al negocio. A sus escasos 25 años, quizá compartía la megalomanía de algunos productores y actores, pero sus capacidades se habían moldeado en otras provincias del arte.

Esa ajenidad a los códigos, ese ojo virgen, acaso resultó determinante para que la creatividad provocadora de Welles alumbrara Citizen Kane, en 1941. Película que hasta hoy es considerada por los expertos como la cima del cine. (Para mí, no puede ni competir con School of Rock, del grandioso Richard Linklater).

Con suerte menos memorable para la historia de la cultura que el desembarco de Welles en Hollywood, diversas disciplinas han intentado a menudo incorporar profesionales de otras áreas con el fin de promover un cambio profundo, una novedad taquillera o de apropiarse del prestigio ganado en otros territorios. El fútbol, entre ellos, que convocó desde periodistas de renombre (João Saldanha, Pepe Peña) hasta buscavidas extraídos de la picaresca popular como Orestes Katorosz. Gueto cerrado y conservador, el fútbol, sin embargo, apela cada tanto ­–en general impulsado por el desconcierto o la desesperación– a una figura no contaminada por el vestuario ­y sus clichés a ver qué se le ocurre. En 1969, Argentinos Juniors detectó esa pureza en la juventud (que no en otros oficios) y le encomendó el equipo a Carlos Cavagnaro, de apenas 22 años y por lo tanto menor que la mayoría del plantel.

Holan350El actual técnico de Defensa y Justicia, Ariel Holan, se inscribe en esa tradición. Si bien hizo una carrera respetable como ayudante de campo (primero con Jorge Burruchaga, más tarde con Matías Almeyda) y hasta llegó a ocuparse de la reserva de Banfield, su formación como estratega la hizo en el hockey sobre césped. Más interesado en dirigir que en jugar, fue un entrenador precoz (a los 16 ya oficiaba de DT en el club Lomas) y alcanzó a conducir el seleccionado uruguayo femenino, con el que obtuvo la medalla de bronce en los Panamericanos de 2003.

Con buen humor, Holan admite que su vida en el hockey fue la alternativa de un futbolista frustrado. Pero nunca se olvidó de la pelota. Ante una mala campaña sostenida, los dirigentes de Defensa y Justicia, luego de despedir sucesivamente al iracundo Darío Franco y al Turu Flores (casi no tuvo tiempo de calzarse el buzo), quizá cavilaron que, a falta de chequera para formar un plantel poderoso, una revolución táctica era el camino adecuado para salir del pozo. No una revolución de otro mundo, pero sí de otro deporte. Algo realmente novedoso, fundacional. Es probable que entre las ideas de los capos del club de Varela se haya filtrado el recuerdo de Carlos Griguol, hombre riguroso y profesional si los hay, que reproducía en su equipo los movimientos del básquet y solía buscar asesoría con León Najnudel, su colega en los tiempos de Ferro y luego prócer de la Liga Nacional.

Holan, después de todo, es un entrenador anfibio. Una suma de saberes y de experiencias provenientes de dos canchas que se parecen. Por el momento, le va más que bien. En tres presentaciones, cosechó un empate ante Huracán y dos triunfos, frente a Nueva Chicago y Lanús. También participó de una marca histórica, porque es la primera vez que el Halcón derrota a Lanús como visitante.

¿Algún secreto aprendido en las épocas del palo y la bocha que se pueda mudar a los pastos duros del fútbol? “Transferí muchos de los modos de moverse dentro del campo, las recepciones dinámicas, tratar de recibir pensando en la segunda jugada, pero de hecho hay muchos equipos de primer nivel que ya lo hacían desde hace muchos años. Creo que hoy por hoy el fútbol se nutre por sí solo.” Así se ha confesado Holan con el sitio Hockey Mobile.

Habituado a tratar con señoritas, ¿se le hará cuesta arriba imponerse en un camarín donde impera la rudeza viril y suburbana? Veremos. Por lo pronto, ya obtuvo puntos valiosos y quizá inesperados, atributo inestimable para consolidarse como líder y difundir confianza.