“Si ves el partido más cerca del arco adversario y en mejores condiciones, pasarán menos cosas en el tuyo. Se trata de acercar al rival a esos espacios donde no quiere convivir y donde se encuentra más incómodo. Este juego consiste en ir generando superioridades a la espalda de la línea que te aprieta. Todo es más fácil si la primera salida de balón es limpia”. Cuando llegó a Sevilla, Jorge Sampaoli fue a buscar a Juanma Lillo para que trabajara a su lado. El argentino, en su primera experiencia europea, decidió ampliar el campo de conocimiento de su cuerpo técnico y para eso contrató a uno de los maestros de Josep Guardiola. Este gesto sirve para explicar la idiosincrasia y el método de trabajo del futuro entrenador de la Selección nacional. Cuanto más se sepa, mejor.

Al poco tiempo de comenzar a trabajar con el DT argentino, Lillo afirmó: “lo que más me llama la atención de Sampaoli es que siempre va con el corazón por delante y eso es maravilloso. Jorge vive como habla y eso no es fácil de decirlo en muchas personas”. Además de las similitudes filosóficas, el vasco se sintió identificado con Sampaoli por una razón más simple y personal: el hecho de que ambos jamás hayan sido futbolistas profesionales.

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Sampaoli hizo parte de las divisiones inferiores en Newell’s y luego pasó a la primera división de Alumni de Casilda, club de su pueblo. En la Liga casildense jugó como mediocampista izquierdo hasta los 19 años, cuando una fractura lo obligó a abandonar el fútbol. Al igual que muchos de sus colegas más exitosos, como Jose Mourinho, Rafa Benitez, Andre Villas-Boas o Reinaldo Rueda, nunca pudo destacarse como jugador y comenzó la carrera de DT muy joven.

“Yo sólo quise ser jugador de fútbol. Cambiaría todo por haber jugado tan sólo un minuto al fútbol. Esa frustración siempre la tendré. Me moriré con esa pena. Uno se acerca al fútbol a jugarlo”. Lillo, como Sampaoli, sufrió esa falta de experiencia que lejos estuvo de perjudicar su capacidad para dirigir un equipo. Ambos tuvieron que incorporar conocimientos fuera del campo de juego y lo hicieron de una forma muy simple: trabajando y estudiando más que nadie.

Tras su prematuro retiro, Sampaoli se fue a trabajar como cajero en el Banco Provincia. Cuando, a mediados de los ochenta esa entidad fue privatizada, fue contratado como funcionario del registro civil de la localidad de Los Molinos. Allí se desempeñó hasta los 36 años. Dos años antes, en 1994, había comenzado su carrera como entrenador en el club de toda su vida: Alumni de Casilda. En 1996 se hizo cargo de Belgrano de Arequito, también de la Liga Casildense y esa misma temporada dirigió a Argentino de Rosario en la Primera B, donde hizo una buena campaña (11 victorias, 13 empates y 6 derrotas). Sin embargo, el presidente de Newell’s Eduardo López (también manejaba a Argentino) lo despidió y Sampaoli volvió a Alumni.

“Tengo un sueño, me gustaría tener un equipo con 11 medios centro, pero uno con guantes. Porque para mí el medio centro representa un poco la mejor interpretación del juego”. Así habló Juanma Lillo y Sampaoli siguió: “El fútbol cambió en el 90, y me quedo con el de antes: talento por encima de la arquitectura del fútbol. Muchos creadores dentro del campo”. El nuevo técnico de la Selección cree que la mejor forma de armar un equipo es juntar a los que mejor entienden su idea, que es la de posesión y posición. Así lo intentó, desde aquellas primeras experiencias en torneos amateur hasta la última Copa del Mundo.

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En 2002, el presidente de Juan Aurich de Perú, Juan José Salazar, viajó a Argentina para buscar futbolistas en el ascenso, pero lo que se llevó fue un director técnico. Sampaoli llegó como un verdadero desconocido y enseguida se ganó el apodo de “hombrecito”. Solo permaneció en el club de Chiclayo tres meses debido a la precoz salida de Salazar y describe esa parte de su carrera como “espantosa”. Otro regreso triste a Casilda, esta vez por poco tiempo. Porque enseguida lo contrató Sport Boys, donde llegó junto a su histórico asistente Sebastián Beccacece, quien viajó en micro desde Rosario hasta Lima. Allí hizo una gran campaña, al igual que en Coronel Bolognesi, donde quedó eliminado con lo justo de la Copa Sudamericana 2006 por Colo Colo, luego subcampeón.

Su primera experiencia en un equipo grande fue en 2007, cuando se hizo cargo de Sporting Cristal. Debutó con una derrota 0-5 contra América de México y dirigió 17 partidos, de los cuales ganó cuatro. Se fue con mucha pena y sin gloria. Lo que había comenzado como un proyecto a largo plazo terminó de forma abrupta, con la reprobación de hinchas, dirigentes y jugadores. Entonces, viajó al país donde se convertiría en un técnico de primer nivel: Chile.

En O’Higgins todavía voy es recordado su trabajo. “Jorge fue un técnico muy importante en nuestro equipo. No sólo se preocupó del primer equipo, sino que también de las divisiones menores del club. Fue un real aporte”, explicó el presidente del club Ricardo Abumohor. Sus cambios en la estructura del manejo del fútbol todavía se mantienen y sentó las bases para ganar el primer título de la historia del club de Rancagua en 2013. Allí trabajó durante todo 2008 y parte de 2009, hasta que lo contrató Emelec de Ecuador, donde ganó el primer título de su carrera, la Copa del Pacífico 2010.

“Nada en esta vida asegura los resultados. Por eso los que hablan del resultado son los que venden humo y engañan a la gente. Yo me puedo comprometer con las intenciones, no con los resultados. Pero las intenciones delatan ideas, y cuando no tienes ideas…”, dijo Lillo sobre el “resultadismo”. Sampaoli piensa parecido: “El éxito es incontinuo. No existe. Es una noche de festejo. El fracaso me genera dolor. Porque hoy el fracasado no existe, aunque tenga las mejores intenciones. No por mi, sino porque mi entorno lo sufre más. Sé lo que es un premio. Me gusta que me valoren no lo que gané, sino cómo gané”.

A fines de 2010 llegó a Universidad de Chile, el club en el que pudo demostrar todo su potencial para armar un equipo ganador y para imponer su idea. Se recuerda a aquel equipo como uno de los mejores conjuntos sudamericanos de los últimos años, no solo por resultados sino también por su fútbol ofensivo, vistoso y efectivo. Allí, Sampaoli logró lo que muchos DTs no logran en toda su carrera: que cada uno de los integrantes del plantel se comprometan con un plan colectivo. Que las individualidades trabajen en búsqueda de un objetivo común. La U tenía un juego dinámico impecable, con presión alta para recuperar la pelota rápido y atacar por intermedio de triangulaciones. Todo aceitado a la perfección.

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El mejor equipo de su carrera y uno de los mejores de las últimas décadas en el fútbol sudamericano no tenía un dibujo táctico fijo, pero sí una idea clara: atacar siempre. Era capaz de jugar con un 3-3-1-3 o con un 4-4-2. Los números no tienen demasiada importancia cuando todos los elementos conocen cuál es el concepto. La clave de aquel equipo era la movilidad. La pelota y los jugadores estaban en constante movimiento, tanto para atacar como para intentar recuperar. No tenía grandes figuras, pero todos sabían a la perfección cuál era su tarea.

El mejor partido de su ciclo fue el 19 de octubre de 2011, cuando le ganó 4-0 a Flamengo en el estadio Joao Havelange de Río de Janeiro, por la Copa Sudamericana. Aquel día, Johnny Herrera fue el arquero; Marcos González y José Rojas fueron los zagueros; Osvaldo González y Eugenio Mena jugaron como laterales; en el centro del campo estuvieron Matías Rodríguez, Charles Aránguiz y Marcelo Díaz; y en la delantera Gustavo Lorenzetti, Eduardo Vargas y Francisco Castro. Fue una actuación perfecta (se puede ver en Youtube), y no es dificil pensar que un formar un equipo que juegue como aquel es el principal objetivo de Sampaoli en la Selección.

Alguna vez, Guardiola dijo que los tres entrenadores que más le gustaban eran Juanma Lillo, Arsene Wenger y Marcelo Bielsa. Sampaoli, el técnico que logró dirigir a un equipo cuya identidad se puede emparentar al mejor Barcelona de Pep, tiene como fuente de consulta a dos de esos tres DTs. No es casualidad. Su relación con Bielsa es silenciosa y su aprendizaje de él fue pasivo. Esto dijo cuando recordó sus primeros contactos con el Loco, allá por comienzos de la década del noventa: “Estaba todo el día pendiente del fútbol. Es literal lo que digo. Y llegué a un punto en que era bielsadependiente. Salía a correr y escuchaba cintas de Bielsa. Lo seguía y lo grababa cada vez que daba charlas. Era un obsesivo de su Newell’s, sabía lo que él hacía desde que estaba en las Inferiores. Una vez fui a Córdoba, donde dio una conferencia con Carlos Griguol. Siempre me identifiqué con su filosofía, con su proyecto de fútbol de ataque, de cómo sentir el juego. Ahora sigo igual, pero también miro más equipos, no solo el Athletic de Bilbao”.

Por momentos, sus equipos pueden adoptar el clásico 3-3-1-3 de Bielsa, pero con muchas más libertades individuales. Lo dijo Lillo: “Creo más en los nombres de los jugadores que en las posiciones de los mismos. Creo más en las capacidades que en los dibujos. Y creo más en el entrenamiento que en la táctica”. Sampaoli no se casa con un sistema, sino con conceptos: presión alta, triangulaciones y mucha movilidad. Después de ser campeón invicto de la Sudamericana con la U, ganar un tricampeonato local y llegar a semifinales de la Copa Libertadores, fue contratado por la Federación chilena para reemplazar a Claudio Borghi en la Selección nacional, que estaba en el sexto puesto en las Eliminatorias sudamericanas. La Roja había ganado cuatro partidos y perdido cinco hasta ese momento. Terminó la clasificación en el tercer lugar, con nueve victorias, un empate y seis derrotas.

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En Chile recuperó el espíritu que tenía el seleccionado dirigido por Marcelo Bielsa y lideró la evolución del mismo. Chile dejó de ser un rival complicado con pocas posibilidades de ganar algo y se convirtió en un candidato natural por juego y, sobre todo, identidad. Ese es el principal atributo de sus equipos: se sabe a lo que juegan. La Selección chilena que estuvo a centímetros de eliminar a Brasil (con Neymar) de la Copa del Mundo y que le ganó una final de Copa América a Argentina consiguió estos éxitos gracias a un convencimiento total en una idea. Esta es la principal virtud de un entrenador moderno.

“Nos inculca que debemos perseguir la pelota, una vez perdida, hasta volver a conseguirla. Nos ha convencido de ello y todos vamos a muerte con sus ideas”, dijo hace poco Ben Yedder, uno de los elementos clave de Sevilla. En su debut en el fútbol europeo, no tardó en formar un equipo peligroso para cualquier rival, más allá de una eliminación dolorosa en octavos de final de la Champions League ante Leicester City. Su trabajo es valorado por todos en Sevilla y nadie quería dejarlo ir. Es cierto que muchas veces el equipo no se mostró sólido y que cambió demasiado, pero jamás perdió su personalidad.

“No escucho y sigo, por que mucho de lo que está prohibido me hace vivir”, tiene tatuado en uno de sus brazos. Es una frase de la canción Prohibido, de Callejeros, su grupo favorito. El último 30 de diciembre, a 12 años de la tragedia de Cromañón, Sampaoli fue a visitar a Patricio Fontanet a la cárcel de Ezeiza. “Pato quiere cumplir y salir. Está pensando en la música, en los discos nuevos, en las letras. Son tipos que me quedan para siempre porque son conquistadores de masas y eso no tiene precio. Su grandeza es tremenda. Cuando hablo con él, siempre sacó muchas conclusiones”, afirmó tras la visita.

Otro de sus tatuajes es una frase del Che Guevara: “No se vive celebrando victorias, si no superando derrotas”. Cuando se conoció esto en España, fue víctima de bromas por un error gramatical en la frase (debería ser “sino” y no “si no”). Más allá de eso, el concepto es similar a uno que Bielsa ha repetido en varias ocasiones y que habla de que se aprende mucho más en los fracasos que en las victorias. Otra vez, el punto de comparación con el futuro técnico de Lille de Francia, al que también comparó con el Indio Solari, otro de sus admirados: “Sigo a Los Redondos desde siempre. Para mí, el Indio es como Bielsa, un mito. Jamás le pediría un café a Bielsa y tampoco al Indio”.

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También valoró el trabajo de Néstor y Cristina Kirchner: “Admiro a Cristina Kirchner. Siempre me guié por sus valores y los de Néstor. Me identifico con ellos porque lucharon contra los poderes de turno. Más allá de ser de izquierda o derecha, lo que uno quiere ver es que la gente llegue feliz a fin de mes”. Este es uno de los pocos puntos en común con Alejandro Sabella, quien también se mostró cercano al peronismo en su paso por la Selección.

“Presión constante, recuperación inmediata, no tener temores por más que juguemos contra equipos con mayores presupuestos, no pensar en defendernos y no resignar la posibilidad de atacar. Que la rebeldía sea un rasgo”, dijo antes de asumir en Sevilla. Rebeldía. El concepto tiene fuerza y enamora. Trasladarlo a esta Selección triste y apática debe ser uno de sus principales objetivos. Que Argentina recupere la frescura y la identidad, más allá de los nombres. Hoy, esa es una tarea para un rebelde.

“Creo que el entrenador tiene que pelear por ser, no por estar”. Quizás Juanma Lillo nunca le dijo esto a Sampaoli. Pero de tanto pelear por ser, Sampaoli hoy está en el banco que siempre soñó. En su carrera, pasó del amateurismo más absoluto al super profesionalismo europeo. En ambos extremos, supo dejar una huella.