¿Se puede escribir una herejía semejante? ¿Se puede decir que un equipo de fútbol no necesita a Maradona? Nunca, jamás. Nunca nadie será mejor sin Maradona. Pero, un día, apareció un equipo de esos que nos enamoran a los que disfrutamos del juego sin preocuparnos demasiado (¿nada?) por los resultados. Y ese equipo, paradójicamente, juega en Nápoles, justo la casa de Dios.
Nos cruzamos con este Napoli post Higuaín el año pasado. Vimos algunos pantallazos sueltos hasta que nos tocó ver un partido entero. La semana anterior habíamos disfrutado al Benfica por la Champions. Como habíamos escuchado por ahí que el equipo portugués jugaba bien, le dimos una oportunidad una tarde. Ya en el primer tiempo, le había metido tres al Besiktas. Entonces, pensando que ya no había competencia, para la segunda parte nos mudamos a otra cancha. Al final de la jornada nos enteramos de que el Besiktas le había devuelto los tres goles al Benfica.
Una semana después, Napoli y Benfica se jugaban en Lisboa la clasificación a Octavos. Era la gran chance de ver a dos de los equipos de aquel momento, sin contar a los Titanics del fútbol, obvio. A los italianos les valía el empate pero jugaron como si tuvieran que meter seis goles para clasificarse. Fueron los que llevaron la iniciativa y los que manejaron la pelota. Y eso que los de Portugal juegan a tenerla. Ganó el Napoli 2 a 1, se clasificó como primero de grupo y, como premio, en el sorteo para Octavos le tocó el Real Madrid, que terminó segundo por culpa de otro de los equipos placenteros: el Borussia Dortmund.
Aquella tarde nos enamoramos del Napoli. Y lo seguimos a “todos lados”. Nos enamoramos por su estilo, por sus formas. Su forma de presionar, su forma de jugar a un toque, su forma de llegar a los espacios en vez de ocuparlos. Y hasta por su forma de achicar, por momentos muy cerca de la mitad de cancha. ¿Y el técnico de este equipo de dónde salió? ¿Quién es? Los comentaristas de turno nos contaban lo poco que sabían: sólo que su equipo anterior había sido el Empoli y, como hizo una buena campaña, el Napoli lo eligió para reemplazar a Rafa Benítez, que en aquel momento, para la temporada 15/16, se iba al Real Madrid.
Maurizio Sarri, de este hombre estamos hablando, efectivamente, llegó a Nápoles después de un gran trabajo en el Empoli. En su primera temporada, en Serie B, estuvo a punto de ascender pero perdió la final con el Livorno. Lo hizo a la siguiente. Y sorprendió en la Serie A por su forma de jugar, nada habitual para un equipo chico que vive preocupado por evitar el descenso. El Empoli, jugando con una valentía que sorprendió al Calcio, salvó comodísimo la categoría.
El arranque en Napoli no fue el esperado, con una derrota y un par de empates. Y justo en ese momento le abrieron el micrófono a Maradona para preguntarle qué opinaba sobre Sarri. “El Napoli necesita un entrenador que entienda el tamaño y el prestigio del club. Sarri es una buena persona pero estar en ese banco es un gran regalo para él”, sacudió Diego. Cuando le tocó responder, Sarri dejó claro qué clase de persona es, de las que tienen clase, precisamente: “Maradona representa el fútbol pero para el Napoli representa todo. Maradona es un ídolo. Para mí ya es un honor que él me conozca. Espero hacerlo cambiar de opinión en los próximos meses”. Y hace pocos días, que Diego pasó por Nápoles, estuvieron a los besos y a los abrazos.
Es muy probable que Diego no lo sepa, pero Sarri, que nació en Nápoles, fue a ver durante un año los entrenamientos de Maradona, que eran muy cerca de su casa. Sarri y Diego son contemporáneos. Uno nació en el 59 y el otro en el 60. Sin embargo, en aquel momento, Maradona era el Rey del mundo y Sarri un simple curioso y aficionado al fútbol. Unos años después, Maurizio se mudó a Florencia y, mientras ganaba dinero trabajando en la banca de Montepaschi, se dedicaba a entrenar equipos amateurs de la Toscana. Pero un buen día no aguantó más. Habló con su mujer y con su padre y ambos le dieron el OK: “Hacé lo que te haga feliz”. Sarri renunció a su alto cargo en el banco y puso toda su energía en su verdadera pasión: ser entrenador de fútbol. Estamos en el 2002…
Cualquiera, desde afuera, vería la decisión de Sarri como muy arriesgada. Mucho más porque no lo vino a buscar un gran equipo que le ofreció mucho dinero. Fue una apuesta personal, sencillamente. Hacía dos años que dirigía al desconocido Sansovino y lo había ascendido de una categoría amateur a la Serie D. El primer año que se dedicó exclusivamente al fútbol, logró subirlo a la C2, la cuarta categoría del fútbol italiano. Tres años después ya había logrado llegar a la Serie B, contratado por el Pescara. Con el Arezzo, en la temporada siguiente, logró llegar a los cuartos de final de la Copa de Italia. En esa instancia lo dejó afuera el Milan, pero se dio el gusto de ganarle el partido en casa. Fue pasando por varios banquillos (Avellino, Verona, Perugia, Grosseto, Alessandria…) hasta llegar al del Empoli en el 2012.
A medida que se fue haciendo famoso y los medios se interesaron por él, Sarri contó que se dedicó a ser entrenador gracias a Arrigo Sacchi (“si estoy haciendo este trabajo es porque me enamoré de sus métodos”). Para Sarri, las grandes revoluciones del fútbol fueron el Milan de Sacchi y el Barcelona de Guardiola. Y así se entiende que sus equipos tiren el achique casi en la mitad de cancha y presionen a lo loco las salidas rivales. El quiere tener siempre la pelota. Y cuando la tiene quiere moverla. Rápido. Si se puede a un toque, mucho mejor. Juega con tres delanteros y un mediocampo “a la antigua”. Con un 8, un 5 y un 10. El 10 es Hamsik, que está cerca de superar a… Maradona. Ya hablaremos en otra entrega (siempre en este canal) de los nombres de este equipo hermoso. Sólo le podemos avisar a Diego que se quede tranquilo. Que si alguien tiene que superar sus números en el Napoli mucho mejor si lo hace Hamsik. El eslovaco juega, hace jugar, piensa y ejecuta. Se puede equivocar en la ejecución pero no en lo que pensó. Hoy, con diferencia, es el jugador que mejor entiende el juego del fútbol mundial (o al menos del que nosotros miramos).
Como dijo Sarri tiempo después de aquella opinión de Diego: “En ese momento no estábamos consiguiendo resultados y las críticas eran lógicas. Además, yo no puedo discutir con una leyenda”. Diego seguirá siendo una leyenda en Nápoles. Seguirá siendo Dios. Por siempre. Pero si hay alguien que le tiene que hacer un poquito de sombra, que sea Hamsik. Y de la mano de Sarri.