Durante la transmisión de Tottenham-Manchester City ocurrió algo extraño: dos muy buenos profesionales (Jorge Barril y Francisco Cánepa) se dejaron cooptar (no sé si por decisión propia o por una nueva política de ESPN con las plataformas de Internet) por las opiniones de los usuarios de las redes y transformaron la transmisión en un show de opiniones dispersas sobre quién era el mejor técnico de la historia, del mundo o de ese rato y otras tantas vaguedades.
No conformes con deshilachar la sustancia de la transmisión, al final agradecieron que tantos usuarios, espectadores o como se los quiera llamar, se hubieran sumado a la convocatoria. En mi caso, lo lamenté profundamente.
Era notable la diferencia entre las opiniones y debates que desarrollaban los dos profesionales que estaban al frente de la transmisión, por más que uno pueda no estar de acuerdo, a lo que sucedía cuando le daban protagonismo a lo que decía la gente. Por momentos, hasta diría que era insoportable.
La pregunta que uno se hace: ¿para qué sirvió semejante despliegue de comentarios sobre quién era el mejor técnico con un rosario que abarcaba desde Jürgen Klopp hasta Carlos Bianchi, pasando por Gallardo, Pochettino y hasta alguien podría haber mencionado a Orestes Katorosz o Caruso Lombardi, como si hubiera forma de compararlos o como si realmente fuera importante saber qué era lo que pensaba, por decir algo, Marcelo de Villa Adelina o Roberto de Ciudad de México.
Sumar ruido a una transmisión de fútbol por el simple hecho de querer hacerla más ancha (si es que eso se buscaba), no necesariamente es mejor. La cuestión es que entre los atinados (o no) comentarios de Barril y Cánepa aparecían decenas de mensajes inconexos, injustificables, impregnados de fanatismo y tantísimas otras cosas que pasan en las redes sociales en las que se puede decir cualquier cosa: desde una genialidad a la imbecilidad más absoluta.
¿Este es el nuevo rumbo que nos proponen las transmisiones de fútbol? ¿Ya no importa la opinión de Barril, Cánepa, Latorre, Simón, Senosiain, Closs o del periodista, relator y comentarista que se les antoje porque es necesario escuchar la voz de la gente? ¿Me importa saber qué piensa un fulano que no se juega nada cuando emite su opinión?
En las redes puede haber talentos, como por el ejemplo fue el caso de Morena Beltrán, quien fue descubierta por su capacidad para emitir juicios certeros y fue sumada a la plantilla de ESPN. Pero no todo aquel que tiene tiempo para escribir en una red tiene algo interesante para decir sobre un partido de fútbol, por más inteligente que pueda ser. Mi padre era un médico sanitarista brillante, pero cada vez que nos sentábamos a ver un partido de fútbol, por más que lo amaba, decía una boludez tras otra.
Hay profesionales para cada cosa. Para relatar, para comentar y para opinar. Que se pretenda igualar la opinión de un profesional a la de un usuario de redes es molesto. Y ojo que esto no es una defensa corporativa. Si hay gente en las redes que opina con criterio, adelante, que se incorpore a los medios y que empiece una carrera profesional, tal como lo hizo Morena.
La verdad, lo que diga el resto de los usuarios, por más que sean decenas de miles, me importa poco y nada. Y el riesgo es, como me pasó durante la transmisión del partido, que apague la televisión, cambie de canal o baje el volumen. Porque a la décima interrupción con un voto para Pep y otro para Mou de Abelardo de Malvinas Argentinas y de Carlos de Retiro, ya me quedaban pocas ganas de escuchar, incluso, a los periodistas.