He leído serios cuestionamientos al cuerpo técnico de Boca por jugar con un 9 “mentiroso” o “falso” y al mismo tiempo señalar esa decisión como una moda inconveniente. Hay que decir en primer lugar que si algo tienen de bueno algunas modas es que son muy antiguas. 

Esta novedad del 9 “mentiroso” arranca, hasta donde se, en la década del 40 y hay varios ejemplos: Lacasia, en Independiente, Pontoni, en San Lorenzo, Pedernera en River, Di Stéfano en el mundo, entre otros.

Cuenta la historia, que de vez en cuando es muy necesario consultar, que Di Stéfano en sus comienzos era un 9 de punta. Lo explica muy bien Peucelle en un análisis que hace del llamado “saeta rubia” precisamente por su velocidad para ir al gol. Poco a poco fue incorporando conceptos del juego –cuenta Peucelle– hasta convertirse en un jugador de toda la cancha que además era goleador.

La leyenda, que también enseña, dice que fue Pedernera en Colombia, cuando jugaron juntos que le dijo: “Alfredo no juegues tan en punta, lejos de nosotros. Vos picás al gol, y haces 20 ó 25 metros, pero si te juntás con no- sotros vas a hacer 15 y cada uno de nosotros 10 ó 12, y será mejor para el equipo”.

El mismo Alfredo solía comentar en rueda de amigos, cuando se refería a algún 9 de esos que se estacionan entre los centrales y que suelen llamar “referencia”: “¿Qué hace ese tipo allá arriba? ¿Juegan con 10 y uno, solo, despegado del resto?”.

A propósito de los 9 de “referencia”. Referencia ¿para quién? No creo que sus compañeros necesiten a alguien para saber donde queda el arco. En realidad es referencia para los centrales que así tienen una marca fija y les facilita su tarea.

Claro que, como me dijo Raúl exjugador del Madrid, en una charla publicada en el libro Hagan Juego (editado por Deportea): “hay jugadores que por su estilo o su corpulencia se sitúan mas cerca del área… pero los buenos, los grandes son los que se mueven por todas partes del campo”.

De todos modos aunque más cerca del área, los que tienen al menos picardía, no se estacionan entre los centrales como “referencia” sino que saben desmarcarse para escapar de la visión de los defensores. Fue Romario el que dijo, cuando le preguntaron por su mejor virtud: “Que no me ven”. 

También Guardiola, en otra charla en el mismo libro, me decía que estacionar un 9 de punta, es favorecer el embudo y cerrarse los caminos. Para él el fútbol empieza en los extremos bien abiertos para ensanchar la cancha, y un 9 que sepa juntarse con los volantes para elaborar. O sea, un 9 “mentiroso”. O en todo caso que sepa desaparecer de la mira de los defensores generando espacios para los que lleguen.

Muchas veces cierto periodismo, atormentado por el raiting o la venta de sus publicaciones, crea polémicas con poco o ningún fundamento.

La utilización de la tecnología, los entrenamientos puramente físicos, la pelota parada, la tenencia de la pelota, ganar o jugar bien y tantas otras cuestiones que no hacen otra cosa que postergar indefinidamente hablar del juego, que a pesar de los tiempos sigue siendo lo más importante.

En este caso jugar con un 9 “mentiroso”, si se puede, es jugar mejor, que de eso se trata.

 

*Columna publicada en el diario Página 12