En la Argentina se ha dictado una ley para los reportajes periodísticos: dejarle decir al reporteado todas las macanas y gansadas que desee, y no cuestionárselas. Esto tanto vale para jugadores de fútbol; paparulos del ambiente artístico que suponen ser lo vital de la Nación; políticos con cara de piedra y cuanto tipo sea noticia.
Así es como muchos periodistas tienen que jugar de sordos dactilógrafos con un grabador a cuestas. La ley es usar y dejarse usar. La excepción a la vigencia de esa ley del oscurantismo, la pueden determinar algunos reporteros (¿me nombras cinco, si podés?) como la Gallotti o el Ulanovsky, para prestigio, honor, gloria, y todo lo que cuelga de Chaupinela. Pero por eso mismo ya son “malditos” para cuanto ganso y macaneador anda por el ambiente llamado noticia. Chaupinela quería un reportaje sin esa ley de la pavada a César Luis Menotti. Pero hecho por mí, el antirreporteador. Acepté. Algunos amigos se movieron para establecer la cita y posterior encuentro. No puedo acusar a Menotti de haberse negado. Pero entre que no está, tiene que viajar, no tiene tiempo, esto, lo otro, ya no me gustó. Y resolví no jugar ese partido. Por eso entrego esta substitución del reportaje a Menotti con una charla con Menotti, de unos dos años de extensión (la charla, no Menotti), sin hablar con Menotti, y dialogando con Menotti, a la manera que desde este momento Chaupinela patenta como propia en el Registro Nacional de la Propiedad de Todos.
A medida que más sabe, el hombre más calla. Menos habla. Porque a medida que más aprende, más alumno se siente. El ingreso de César Menotti a ese mundo medio farandulesco y medio tecnocrático, que componemos los que formamos el demasiado grande contingente de vividores del fútbol, estuvo bastante tiempo regido por aquella filosofía. Menotti no hablaba. Huracán jugaba. Y además ganaba gustando, cosa que logran muy pocos ganadores. Y cuando Menotti hablaba, decía cosas como estas:
—Hay demasiado culto al director técnico. La culpa es general. A veces los periodistas dicen que el técnico ganó el partido al atrasar al 5 y adelantar al 8. A lo sumo, lo habrán ganado el 5 y el 8. El jugador es culpable (del culto al técnico) porque cuando gana dice que el técnico es un fenómeno y cuando pierde empieza con… “y, el técnico”… todo así. (1/10/73).
—Usted habla como jugaba. ¿Se acuerda cómo jugaba? Poco, demostrando tener una heladera en el pecho y una caldera en los pies. Con un dominio de pelota corno no se logra con las manos, gastándose físicamente poco, mostrándose muy sabio. A propósito ¿usted cree que el resultado se logra jugando al resultado, o jugando a jugar?
—Lo que hay que lograr es que el fútbol sea un juego, no una guerra. Si yo armara un equipo para conseguir un resultado, estaría traicionándome y traicionando la índole del pueblo argentino… (1973).
—…y la de todos los pueblos del mundo…
—…que quiere ir a las canchas a ver buenos espectáculos. Esta convicción la seguiré manteniendo aunque los resultados no sean buenos (1973).
—Lo felicito por su franqueza. Está diciendo que lo que dice la gran mayoría de sus colegas de la Asociación de Técnicos de Fútbol es pura mentira. Ellos dicen que el público va a la cancha para ver ganar, y no para ver jugar, y que ustedes están para sacar resultados, aunque a ese público no le agrade el modo con que saquen esos resultados.
—No tolero declaraciones después de los partidos diciendo que se ganó o se perdió por mis instrucciones (1973).
—O sea que el director técnico no hace jugar a nadie. Pone a los que juegan. ¿Es así?
—Los sistemas son inexistentes. Hablar de 4-2-4, 4-3-3, o de lo que se le ocurra, es relativo. Hay 11 jugadores que juegan para defender, atacar, y hacer lo que pueden. Después, la cuestión es tener la pelota, mantenerla, utilizarla como se sabe. Al final, desequilibran los jugadores de talento (1973). Los planteos técnicos son un poco un cuento para poder hablar (1974).
—¿Y a usted le parece que eso de la “prioridad número uno” que le llaman a la selección nacional, puede tener valor de cosa cierta y sensata, cuando selección es la de cada club en cada partido, y cuando los elementos fluctúan de rendimiento cada dos o tres meses?
—Lo que me duele es que haya gente que crea que la selección es la prioridad número uno… Hay tantas cosas que son prioridad, que esto de darle tanta importancia al fútbol parece un chiste (1973).
—Pero usted se la da, tanto como los que le dieron esa importancia, y si no, mire:
— …es imprescindiblemente necesario que la selección tenga confrontaciones frecuentes, pero esos partidos deben ser casi exclusivamente contra selecciones, y si son europeas, mejor (1974).
— ¡Ah, europeas!, ¿eh? ¿Para aprender de ellos?…
—Estos tipos (equipos europeos) están locos. Mire cómo corren, tienen un gran funcionamiento defensivo, pero claro, cuando cazan la pelota no saben qué hacer. Marcan y marcan, pero es inútil. Si cuando la tienen, la pierden o la tiran fuerte para adelante. Y vuelta a correr. Así este negocio se muere y ustedes los periodistas, no digo todos pero sí muchos, la dejan pasar y hablan de fútbol europeo. Esto no va. Yo, espectador, ni loco vengo a ver jugar así. Y la gente no es tan tonta como se supone (1975).
—Todo eso que llaman laboratorio europeo, para usted es puro verso. Para mí también. Pero usted ya empieza a cambiar al jugador por la ficha, al talento por el laboratorio y el verso. Mire:
—De cada jugador hago una ficha que dice cuántas veces entra en contacto con la pelota; eso indica si es dinámico o estático. También indica el destino que le da a cada pelota, positivo o negativo. Si el pase fue largo, corto, a un adversario, o a un compañero. Si tira al arco, para saber si es positivo. Cuántos le atajan, cuántos desvía, cuántos concreta en gol. Y luego tengo otra referencia del valor de cada uno, pero eso es supersecreto y no lo puedo revelar. Con Pizzarotti también llevamos planilla de piques, cantidad de metros recorridos, tiempo empleado, para saber si traslada mucho o cede con rapidez la pelota (1975).
Menotti no aclaró, en esa explicación, qué secretos pueden quedar en el fútbol. Ni de qué manera clasifica en una ficha al defensor de última línea que bartolea una pelota a los pies de un compañero; al que la bartolea a la tribuna; y al que la bartolea a los pies de un adversario; y en todos los casos bartolea porque esa es la necesidad primera del defensor apurado. ¿Menotti hace la ficha con un intenciómetro que descubre qué quiso hacer ese defensor? Aún no lo explicó. Lo único que explica tan grandes contrastes entre un Menotti 1973 y un Menotti 1975, es que ya está rodeado de la tecnocracia burocrática de los profesores de educación física que le imponen “fichas científicas”. Ya él también es esclavo de esos que hablan lindo. Y por serlo, es que, habiendo sido encargado de formar una selección nacional, haya aceptado y usado el encargo para formar cuatro: la mayor; la provinciana; la de la provincia de Santa Fé, y la juvenil. Es el mismo rebusque de los que, encargados de dirigir la selección, bifurcaron su cargo en tres, cuatro y cinco personas. Cap, Víctor Rodríguez y Varacka en 1974.
Repartiendo el problema entre muchos, todos se salvan y nadie es culpable. Haciendo cuatro selecciones pasa lo mismo: con alguna nos salvamos. Si anda bien alguna, qué importa que anden mal las restantes.
— …hay tantas cosas que son prioridad, que esto de darle tanta importancia al fútbol parece un chiste (1973)… la gente no es tan tonta como se supone (1975)…
¿Remember, Menotti?
Para que pueda esclarecer tanta confusión, Chaupinela le promete una visita de Alicia Gallotti. ¡Es una mina muy piola con la que da gusto ser chanta! Bonavena da fe.
Por las dudas, memorice, Menotti, con qué fichas supersecretas se jugaba al fútbol cuando usted estuvo dentro de una cancha como jugador. ¿Su maestría para pegarle a la pelota podía ser registrada por la ficha de algún profesor de gimnasia?
“No hay peor enemigo del hombre que su propia palabra.”
*Artículo publicado en la revista Chaupinela en agosto de 1975.