El 23 de mayo de 2010 cambió para siempre la historia de Gabriel Airaudo. Mientras su equipo, Atlético de Rafaela, caía 2 a 1 ante Gimnasia en el Bosque, Airaudo sufría una grave lesión.

Lucas Pata Castro, delantero de Gimnasia por ese entonces, recibió un pase que lo dejó cara a cara con Airaudo, pero el arquero salió a anticiparlo y llegó antes. Castro no pudo evitar el choque y una de sus rodillas impactó contra el rostro del oriundo de Sunchales. La abundante sangre que perdía indicaba la gravedad: siete fracturas en el rostro del arquero y la explosión de su globo ocular izquierdo, producto de la presión que sufrió el ojo por las lesiones óseas.

Hoy, con tres años fuera de las canchas y múltiples operaciones, las chances de Airaudo para regresar al arco son nulas. Su ojo fue muy dañado y por ello usa anteojos de sol durante el día y parte de la noche. “Volver a jugar ya está descartado. Fue algo muy feo largar algo que me encantaba. Yo era un privilegiado… Pero eso ya está superado. Si bien puedo seguir recuperando la visión, ser jugador es parte del pasado”, aseguró.

airnaudoEl retiro obligado le mostró nuevas puertas. En 2012, a los 27 años, integró la lista “Compromiso Celeste” con el cargo de embajador deportivo. “La dirigencia que estuvo en el momento de la lesión me propuso un cargo dentro del club. Lamentablemente, perdimos en las elecciones. Pero siempre haré lo posible para ayudar a Atlético Rafaela”.

Como actual opositor reflexiona: “Hoy, la comodidad en el club ya no es la misma de antes”. Abrió una escuela de fútbol infantil en Rafaela junto a Iván Juárez y Darío Gandín, ex compañeros y jugadores con historia en La Crema: “Arrancamos con este proyecto, que se llama La Redondita, y Rubén Forestello, a quien estoy muy agradecido, me ofreció trabajar en el cuerpo técnico de San Martín de San Juan con los arqueros, pero hoy quiero estar con mi familia, alejado de las concentraciones, y dedicarme a trabajar con los chicos”.

De Castro prefiere hablar poco y nada: “Aquella vez se acercó y le pidió disculpas a mi familia. Dijo en los medios que él no iba a estar bien hasta que yo esté bien. Pero después de años de pasar por quirófanos y médicos, a Lucas Castro nunca lo volví a ver. Jamás me llamaron ni él ni la dirigencia de Gimnasia. Sé que no me golpeó con intenciones de lastimarme, pero si era yo el que estaba de su lado, me habría comportado de otra manera, con un gesto más humano. A mí se me jodió la carrera”.

Cada tres meses, Airaudo viene a Buenos Aires para realizarse controles. Y si bien no quedan operaciones por delante, la vista necesita recuperarse un poco más. Queda el inevitable dolor por los gestos que nunca llegaron.


NdE: Este artículo fue publicado originalmente en el número 60 de la revista Un Caño, junio de 2013.