Si en lugar de pegarle al arco Grillo tiraba el centro atrás, “El gol a los Ingleses” lo hacía yo*
La frase llena de picardía pertenece a Carlos Cecconato, insider derecho que aquella tarde del 14 de Mayo de 1953, formó junto a sus compañeros de Independiente Micheli, Lacasia, Grillo y Cruz, la delantera argentina que derrotó a Inglaterra en la que fue la primera victoria criolla frente a los inventores del juego.
Así como toda Nación necesita de grandes gestas, héroes, fechas y batallas para constituir su identidad y la noción de pertenencia de sus futuras generaciones, el público y el periodismo argentino de finales de los años cuarenta necesitaba corroborar con hechos concretos la arraigada creencia en que nuestro fútbol era el mejor del mundo, a pesar de que Argentina no había participado del Mundial de 1950 ni del Campeonato Sudamericano de 1949 -también jugado en Brasil- y de que la competencia contra equipos europeos era escasa.
El gran valor que tuvo el famoso Gol de Grillo a los ingleses tiene que ver con su influencia en la formación de la conciencia futbolera nacional en el entramado social y cultural de aquella época. En 1948 el Presidente Perón anunció la nacionalización de los ferrocarriles, una medida decisiva para el desarrollo de la economía y de altísimo valor simbólico ya que con sobrados motivos, el Justicialismo caracterizaba a Inglaterra y a su política colonialista, como el enemigo responsable del atraso y la desigualdad social que padecía nuestro país.
Perón les ganó a los ingleses la pulseada por los ferrocarriles, pero también quería ganarles al fútbol. Comisionó al presidente de la AFA, Valentín Suárez, a conseguir un partido frente a Inglaterra, selección a la que nunca nos habíamos enfrentado. El partido se jugó en Europa y a pesar de la derrota, el arquero argentino Miguel Rugilo la rompió y se convirtió para siempre en El León de Wembley. Esa ajustada victoria en 1951 obligó a los dirigentes ingleses a otorgar la revancha a los argentinos y se convino jugar una serie de dos partidos en Buenos Aires en 1953.
Los ingleses viajaron con un plantel de dieciocho jugadores y para el primer partido alistaron una formación de suplentes. Por esta razón la Federación Inglesa no consideró este enfrentamiento como “oficial”. El duelo produjo una enorme expectativa y a pesar de jugarse un jueves por la tarde la cancha de River Plate se llenó hasta la bandera. Perón saludó uno por uno a los 22 protagonistas y a los tres árbitros ingleses que por entonces vivían y trabajaban en Buenos Aires, contratados por AFA debido a las enormes sospechas de corrupción que se atribuía en aquella época a los jueces locales. A pesar de la formación alternativa y los 80.000 asistentes en contra, los ingleses se pusieron en ventaja con gol de cabeza, cuándo no, sobre el final del primer tiempo.
Inmediatamente después de sacar del medio, llegaría la reacción argentina. Esa idea borgeana de que hay un solo hecho en la vida de cada hombre que explica y justifica su existencia, se manifiesta sin dudas en el caso de Ernesto Grillo, condenado para siempre a recitar sus vivencias de aquella tarde: “Los ingleses nos ganaban 1 a 0, se la pedí a Lacasia y me fui. No me acuerdo a cuántos dejé en el camino. Ya estaba en el área y me faltaba ángulo para el remate. Entonces le pegué arriba y la pelota entró entre el hueco que dejó el arquero y el palo”.
Esa idea borgeana de que hay un solo hecho en la vida de cada hombre que explica y justifica su existencia, se manifiesta sin dudas en el caso de Ernesto Grillo condenado para siempre a recitar sus vivencias de aquella tarde.
Ese gol, no casualmente, se convirtió en el hito fundacional de lo que se pretendía como el Estilo argentino. El hecho de que Grillo gambeteara a muchos rivales en lugar de llegar con pases y la definición al primer palo desde posición cerrada en lugar de tirar el centro, encajaba perfecto en la caracterización que hacían los analistas de la época acerca de lo que era propio de nuestro juego. Con el paso de los años se lo consideró un golazo fruto de la típica picardía argentina, de la capacidad de improvisación que contrastaba con la mecanización de los futbolistas ingleses que siempre hacían la lógica. Pero en ese mismo momento el gol no parece haber sido registrado como algo tan excepcional.
En la cobertura de la revista El Gráfico posterior al partido, Félix Frascara, que escribe la nota principal hace hincapié en la fiesta deportiva que significó en el campo y en las tribunas El primer triunfo de Argentina sobre Inglaterra. Se enfoca mayormente en elogiar la organización y el comportamiento de público y jugadores y en minimizar el detalle que los ingleses no presentaron su mejor versión: Se dirá que el jueves no jugó la Selección Inglesa, así con mayúsculas, pero lo que entendemos nosotros es que los 18 jugadores, y no solamente 11, son los que forman la selección. Y aunque haya un elenco “titular”, entre los integrantes de él y los considerados “suplentes” no puede existir una gran diferencia. De las alternativas del juego destaca que: Todo el team jugó muy bien el primer tiempo, que debió haber terminado con ventaja para los locales. El gol de Grillo, dechado de habilidad y visión fue lo mejor de ese período, y por lo tanto del partido.
Por su parte Borocotó, dedica su columna a analizar una cuestión más futbolera y sociológica, se propone describir las diferencias entre el estilo inglés y el nuestro para zanjar la discrepancia que flotaba en el ambiente acerca de si éramos o no los mejores del mundo: Cada tipo de fútbol es producto de su medio. Somos, pues diferentes (de los ingleses) y no por casualidad. Lo somos por la sangre, por el aire que respiramos, por la tierra en que hemos nacido, por el churrasco, el mate y hasta el tango. Hijos de tierras más generosas, de ambientes de vida más fácil, no somos tan administrativos como los (habitantes) de países en los que la vida ofrece mayores dificultades. De ahí esa tendencia al riesgo tan nuestra y que se manifiesta en la gambetita, en el adorno de la jugada, en aquello de tirarnos un lance y hasta en el “me juego” de una mesa de póker porque nos gustó lo que tenemos entre manos aunque algo nos dice dentro que estamos arriesgando en demasía.
No llega a una conclusión definitiva para afirmar que los argentinos somos mejores, pero defiende las virtudes que él entiende constitutivas, casi genéticas de nuestra manera de jugar al fútbol. A pesar de no mencionarlo en su crónica, es el gol de Grillo, en su concepción y definición, el que le da a Borocotó la carnadura de realidad que proporciona sustento a su teoría.
Entendemos que la idea de Borocotó prendió con fuerza en la conciencia del público argentino y eso explique tal vez, el recorrido y la dimensión que alcanzó con el tiempo el gol de Grillo. De pasar casi inadvertido en la edición de El Gráfico posterior al partido, se convirtió en la tapa de la revista del 25 de Mayo de 1960, dando cuenta del regreso al país de Grillo después de su paso por el fútbol italiano con el título Ernesto Grillo. Crack repatriado. Golazo que revive.
*Palabras recogidas en conversación con Carlos Cecconato por el colega y amigo Rolando Paolucci.
1- El partido lo ganó Argentina 3 a 1 con dos goles de Grillo y uno de Micheli. Para Inglaterra marcó Taylor, su centrodelantero.
2- El segundo partido contra Inglaterra, en el que los visitantes alistaron a sus titulares se jugó también en River el domingo 17 de Mayo bajo una lluvia torrencial que obligó a la suspensión a los 22 minutos sin que se hubiera abierto el marcador. El partido nunca se reinició pero éste sí, figura en las estadísticas oficiales de la federación Inglesa.