Ahora mismo, en Detroit, la ciudad en donde Alberto J. Armando empezó, hace 70 años, a apilar su fortuna, Alex Galarza (28) está escribiendo una tesis para convertirse en Doctor en Historia de Michigan State University. Su objeto de estudio es, aunque no lo crean, la Ciudad Deportiva de Boca. El gran sueño que Armando, por mucho que prometió, jamás pudo cumplir.
Alex se considera un historiador urbano, pero uno que lleva el fútbol en la sangre y es parte de la generación de estadounidenses que adora cada vez que llega un Mundial. Nació en una familia de inmigrantes en la que jodió con la pelota desde chiquito. Del lado de su madre, española, le pasaron el fanatismo por el Real Madrid. Su padre, ecuatoriano, tiene cierta simpatía por la Liga de Quito.
–¿Cómo empezaste a investigar sobre fútbol?
–En realidad yo quería estudiar la Guerra Civil Española, porque crecí escuchando historias de mi abuelo. Pero me recomendaron estudiar algún tema menos trabajado. Y además, me dijeron: “Vas a estar estudiando esto seis o siete años, tiene que ser algo que te apasione”. Ahí empecé a pensar en las cosas que me gustan en la vida. El fútbol es una. La otra es que me fascinan las ciudades, como objeto de estudio. Vengo de una ciudad emblemática en EEUU.
–¿Y por qué buscaste tu tema de estudio en Buenos Aires?
–Me interesa cómo se crean las ciudades, cómo se reproducen, cómo se vive, y me gusta el fútbol. En Buenos Aires encontraba las dos cosas. Me gustaba la idea de viajar ahí. Tengo primos ecuatorianos que estudiaron, por ideas turísticas y también por curiosidad. Además, de niño había jugadores argentinos, porteños, que me gustaban. El principal es Maradona. Cuando vino el Mundial del 94 mi papá me tenía que explicar por qué no jugaba. Siendo hincha del Madrid, siempre me gustaron los jugadores argentinos: Saviola, Higuaín, Di María.
–¿Cómo te enteraste de la Ciudad Deportiva?
–Llegué a conocer la historia por un amigo, sociólogo, que se llama Mariano Gruschetsky, que también trabaja en cómo se puede entender a Buenos Aires a partir de sus clubes. Tenía un banco de ideas para el futuro y una de ellas era la Ciudad Deportiva de Boca. Ahí, empecé a googlear, a hablar con gente, y encontré cosas muy interesantes. Pero lo que me convenció era la manera en que hablaban las personas que sabían algo del tema. Hablaban de lo que significó el proyecto para el país.
–¿Qué fue la Ciudad Deportiva?
–La Ciudad Deportiva era, para muchos, “una cosa de locos”. Aunque había tradición de construir sobre el río, no se podía creer que un estadio se fuera a hacer en islas artificiales. Se construyeron las siete islas previstas, así que el terreno llegó a existir. Sobre esos terrenos pusieron bastantes cosas que estaban en los planes originales. Las 18 canchas de tenis, otras canchas de fútbol, una confitería, un acuario con forma de pez y el primer autocine en Argentina. Fue un símbolo de llegar a la modernidad. Lo que llegó a existir, teniendo en cuenta las dificultades que tuvo el club, es impresionante. Pero la pieza más importante, el estadio, nunca avanzó después de colocar los pilotes. También se pensaba hacer un microestadio y una torre con un restaurant giratorio. En las grandes ciudades del mundo había una manía por construir torres así. Ahí se terminó el proyecto.
–¿Qué influencia tuvo el contexto político y social de los años 60’?
–Es la época de surgimiento de una identidad de clase media en Buenos Aires. Fue una identidad que pudo unir la idea post peronista de país. Ahí el lenguaje del consumo, de llegar a un nivel de consumo, era clave para la ideología del desarrollismo, bajo Illia y Frondizi. Está muy claro que lo que ofrecía la Ciudad Deportiva como un lugar de ocio, de recreación, de poder consumir ciertas experiencias, es parte de esa imaginación de cómo iba a ser Argentina después de Perón.
–¿Qué significaba la Ciudad Deportiva para Boca?
–Era una expansión para el club en algo en lo que nunca había podido competir con su archirrival, River, que era en lo social. Tener una infraestructura social que les diera lugar a sus socios para practicar deporte, para hacer un montón de cosas, que no podían hacer en La Bombonera. Armando lo dijo en varias entrevistas, era la respuesta boquense a su déficit social. Confiaba en pasar de 45 mil a 200 mil socios para 1975.
–¿Y para Armando?
–Era su bebe, Armando era una persona de ideas grandes que sabía cómo ejecutarlas. Ese rol de Armando como vendedor de autos, de sueños, fue decisivo en imaginar cómo se podía realizar algo tan ambicioso. También por la manera de financiarlo, vender una idea no sólo a los socios sino a un público más amplio, porteño, argentino, y hasta internacional. Se vendieron títulos del proyecto incluso en Nueva York. Es difícil ver a la Ciudad Deportiva sin su influencia. Pero construir un gran estadio era una prioridad para el club igual sin él.
–¿Por qué fracasó el proyecto?
–Después de seis años de investigar, no sé por qué fracasó. Armando contó, inicialmente, con un momento oportuno desde lo económico. Tuvo mucho éxito la primera campaña de títulos, vendieron 120 mil que valían, para comparar, un quinto de un auto en esa época. Y fracasó, para mí, en un mal momento económico nacional. Esa situación implicó el crecimiento de los costos a un nivel no anticipado. La otra cuestión decisiva es la vuelta de Perón en el 73. El respaldo que venía del gobierno antes de Perón terminó a su regreso. Entre la situación económica nacional, la situación política y la manera en que Armando construyó la Ciudad Deportiva, esas pueden ser las razones principales para entender por qué fracasó.
–¿Por qué algunos culpan a Armando?
–Eso de que Armando le robó al club, para mí, tiene muy poco sentido. Tuvo oportunidad de hacer una carrera política, no le interesó, era el décimo hombre más rico del país. Por lo que pude aprender de él, su deseo era realizar la Ciudad Deportiva. Sí, es posible, que manejara fondos propios y del club como si todo viniera del mismo bolsillo. Y también que gastara dinero para comprar a un jugador, cuando esperaba tener esa plata en el futuro para la Ciudad Deportiva. Pero que robara del proyecto no se corresponde con lo que sé de su historia.
–¿Qué quedó de la Ciudad Deportiva en el imaginario de los hinchas de Boca?
–Que fue una lástima que no se realizó. Pero también encontré un consenso en que era necesario venderla para salvar al club de una situación muy mala económica. Tampoco encontré muchas acusaciones contra Armando.
–¿Qué pasó después con la Ciudad Deportiva?
–Boca pudo cambiar la ley para autorizar al club a vender el terreno. Después, la empresa argentina que lo compró y lo rellenó en los 90 lo vendió a IRSA en el ’99. Hubo intentos para hacer un parque de atracciones, para hacer departamentos, hasta para terminar la Ciudad Deportiva. Había empresas españolas y francesas en el medio. Hubo varios intentos para hacer algo, pero se vendió a IRSA y desde entonces siempre se habló de extender Puerto Madero.
–¿Qué significa hoy ese terreno abandonado?
–Sigo sin poder entender, pese a que sé las razones, que todavía exista como un baldío. Ahí hay una historia del momento de neoliberalismo en la Argentina. Ahora se habla de hacer un puerto para yates, una extensión de Puerto Madero. Sé que hubo esfuerzos para recuperar la Ciudad Deportiva, con el argumento de que es terreno destinado al uso público. Tenés ahí el barrio más exclusivo de toda la ciudad, justo al lado la villa Rodrigo Bueno, a unos metros, y el terreno vacío. Marca una realidad de Buenos Aires, que es una Ciudad no integrada, que está fuertemente dividida por nivel socio-económico.
–¿Cuál es tu relación ahora con Buenos Aires y con Boca?
–En Buenos Aires me formé como persona. Empecé la investigación en 2010, cuando tenía 23, o sea, durante cinco años la Ciudad fue parte de mi vida. Tengo muchas ganas de volver, voy a estar ahí dentro de poco, para reencontrarme con gente, para seguir la investigación y para entender un poco más mi objeto de estudio. En cuanto a Boca, sin la ayuda de muchas personas que trabajan en el club, algunos en la subcomisión de Historia, o simpatizantes, no hubiera podido hacer toda la investigación. Muchas de las fuentes, de las historias, la gente las compartió sin pedir nada y por interés en la historia del club.
–¿Pero seguís siendo hincha de Real Madrid?
–Exactamente. Yo tengo un solo club en mi vida. Los argentinos pueden entender que de cierta manera podés elegir a tu equipo, pero de otra perspectiva no hay chance de elegir. Tenés un amigo, un abuelo, un padre que te guía en esa decisión y estás con ese club para lo bueno y lo malo. Que para mí, últimamente con el Madrid, ha sido bastante malo.