Lunes 3 de diciembre de 2018. Bar The Oldest. 9.05 AM.
Asistencia casi perfecta: Pablo Cheb, Damián Didonato, Christian Colonna, Mariano Mancuso y quien firma estás líneas. Fabián Mauri ausente con aviso y plenamente justificado por cuestiones personales complejas.
–Sigo pensado que el River-Boca no se tiene que jugar. Cada minuto que pasa me parece más disparatado que se dispute en Madrid. No cierra por ninguna parte, ni siquiera como negocio –dije.
–Pienso igual. Pese a lo ocurrido no avanzamos como sociedad. Ayer fui a la cancha de River y pasaron dos cosas que marcan que todo sigue igual. Cuando salió el arquero de Gimnasia a calentar, los hinchas lo putearon de arriba abajo con una curiosidad: no sabían ni cómo se llamaba. Le gritaban “arquero, hijo de puta, la puta que te parió…” Era ridículo. Y como para calmar las aguas, el entrenador de arqueros de Gimnasia, mientras le pateaba al pibe, hacía la mímica de los penales errados por Pratto y Maidana. No entendimos nada. Todo sigue igual, o peor. No veo ninguna chance de que esto mejore, de que tomemos conciencia –comentó Mancuso.
(N. de la R.: Minutos después, como para sumar más confusión, Macri decía en conferencia de prensa que para él no habían sido grave los piedrazos sino que en realidad lo verdaderamente horrendo habían sido las escupidas a las autoridades de la FIFA y Conmebol en la confitería de River. O sea: que alguien casi muera bajo una lluvia de piedras, era una boludez. Que 70 mil personas fueran estafadas, también. Los incidentes posteriores, una pavada. ¿Alguien lo asesora al excelentísmo señor presidente de la Nación?)
–Habría que impedir que se juegue ese partido. No sé cómo, pero algo se debe hacer –prometió nota al respecto Colonna y ya cumplió.
–Hoy cambió el foco del debate. Lo grave no fueron los piedrazos, la agresión, el maltrato a una multitud, la guerra entre la policía y la gente en las afueras del estadio sino que el partido se movió a España. Todo se circunscribe al negocio pero nadie atiende lo importante. Domínguez transformó una debilidad en una fortaleza. Todo es realmente extraño, casi inverosímil –sostuvo Cheb.
–Yo todavía espero que los jugadores se pongan de acuerdo, muevan la pelota en el Bernabéu y se queden quietos. Tienen la oportunidad histórica de ser los protagonistas de una revolución de los trabajadores del fútbol. Que se nieguen a jugar y que de una vez por todas les digan a los dirigentes que los dueños del juego son ellos –dijo Didonato.
–No va a pasar porque todos tienen actitudes miserables –descreyó Colonna de la idea de Damián.
–Anoche soñé que River le ganaba 2-0 a Boca con goles de Pratto y…. Messi. Porque en mi sueño la Conmebol autorizaba a River a inscribir a un jugador en su lista de buena fe. Y obvio que anotaban a Messi por un partido –recordó Cheb.
–Lo único que falta –se rió Didonato.
–Tengo claro que no hay que ver el partido. Hay que hacer un boicot –dijo Cheb.
–A mí ya no me interesa pero sé que llegado el momento lo voy a ver –dije.
–Yo sí quiero verlo y me interesa –interrumpió Didonato ante la atónita mirada de los otros cuatro–. Estoy podrido de escuchar que en el fútbol argentino está todo mal…
–Pero está todo mal –le dijo Colonna.
–¿Por qué? ¿Por un grupo de imbéciles (o peor, de criminales mandados) que molieron a piedrazos a un micro? ¿Por un pésimo operativo de seguridad? A mí no me van a sacar las ganas de ver fútbol por estas cosas. El fútbol son los y las 65 mil que se fueron con la cabeza de gacha después de comerse siete horas encerrados en un estadio. Y soy de aquellos que piensan que muchos de los que critican a la “sociedad” lo hacen como desde afuera. Una manga de tilingos que después no hacen nada para mejorar.
–¿O sea que las notas que se hicieron o los comentarios que se escucharon son devaneos tilingos de progres que no entienden nada? –dije.
–Tomo tu ejemplo. Te quejás, decís que no tenés ganas de ver el partido pero al mismo tiempo admitís que el domingo te vas a sentar a verlo. ¿Eso qué es? –contraatacó Didonato.
–Tiene razón –me hizo un gestito de compasión Cheb.
–No tiene nada que ver –me defendí–. Puedo pensar que todo es una mierda, puedo sentir que me sacaron las ganas de ver el partido, puedo saber que la final está desnaturalizada pero llegado el momento voy a prender la tele para ver el partido, por más que me parezca una mierda. ¿Por eso soy un tilingo? ¿Por eso soy un forro que opina al pedo? ¿Qué proponen? ¿No decir nada? ¿Callar? ¿Hacerse el boludo? ¿Dejar que la realidad nos lleve puestos?
–En principio ser coherente y, si estás en contra, no ver el partido –insistió Cheb.
–¿Y con eso qué gano? ¿Esfuerzos individuales? La salida tiene que ser colectiva, no porque a uno se le ocurre no prender la tele.
–Pero si todos lo hiciéramos… –se sumó Colonna.
–¿Realmente creen que no prender la tele el domingo hace que vayamos para un lugar virtuoso? La culpa no es mía por prender el televisor: la culpa es de los dirigentes que se dejaron cagar desde arriba de un poste por la Conmebol, de los jugadores que no se plantan ante lo ocurrido, de los barras que tiran piedras, de los funcionarios que armaron un operativo de seguridad de mierda, de todos los que avalan el negocio de la violencia. ¿Yo qué tengo que ver? Yo opino y hablo sobre lo que pasa, y nunca tengo el espacio para incidir sobre las cosas más allá de mi propia vida. Y algunas veces, ni siquiera.
–Pero podrías no ver el partido –no se movió un centímetro Didonato.
–¿Van a poner el Himno el domingo antes del Boca-River? –preguntó Cheb para cambiar de tema justo cuando me estaba por calentar.
–Obvio –dijo Didonato.
–No –sostuvo Mancuso.
–Más bien –aportó Colonna.
–Seguro que sí –respondió Pablo a su propia pregunta.
–Ni en pedo. Sería ya el colmo de la tocada de culo.
–De tocadas de culo vivimos. Y la mejor muestra es lo que pasó el fin de semana con el G20. Millones de personas no pudieron moverse con libertad, tuvieron que restringir sus actividades. No hubo trenes ni subtes, la ciudad estuvo militarizada, los aeropuertos cerrados… ¿Y todo para qué? Para que 20 garcas se juntaran a discutir cómo nos van a cagar la vida en los próximos años. Porque, ¿alguien tiene alguna duda de que estos 20 fulanos que vinieron a la Argentina son los responsables de que el mundo sea la mierda que conocemos? Ahora, para los medios, todo fue un éxito. Vamos a ver en los próximos meses cómo nos mejora la vida todo lo que pasó. La verdad, muchas veces da pena escuchar las cosas que se dicen. Ah… eso sí, quedé muy emocionado porque el presidente lloró en el Colón. Debería llorar por el país que nos está dejando más que por un show de música tinellesco para festejar a los dueños del mundo –cerró Colonna a toda orquesta.
Y nos fuimos.
Hasta el martes.