Su apellido quedó íntimamente ligado a una curiosa fábula futbolera cuando Harry Redknapp, DT del West Ham, decidió incluir a un hincha en su equipo en un partido de pretemporada. “¿Quién es ése que entra, no lo tenemos en las listas?”, lo consultaron. Harry mintió: “¿No viste el Mundial? Es el búlgaro Tittyshev”.
¿Pero quién era en realidad el Tittyshev original, el que sirvió de inspiración para bautizar a este otro? Se trata de Grigor Plamen Tittyshev, el futbolista que representó a su seleccionado en el Mundial de Estados Unidos en 1994 y jugó apenas unos minutos en el último partido en la derrota por 4-0 ante Suecia, por el tercer y cuarto puesto.
Tittyshev nació el 23 de marzo de 1966 en la ciudad de Veliko Tarnovo, un pintoresco centro turístico de Bulgaria a orillas del río Yantra, a 250 kilómetros de Sofía, que en algún momento de su historia temprana fue capital del país. Como la mayor parte de los niños de aquella época en Europa del Este, empezó a jugar al fútbol en el club de su ciudad: el FC Etar.
Hoy desaparecido, el FC Etar se fundó en 1924 y recibió a buena parte de los jugadores de esa zona de Bulgaria. Tittyshev estuvo lejos de ser el más precoz o el más famoso. Debutó en primera con 21 años, jugó siempre como delantero y vivió casi siempre a la sombra de Krasimir Balakov, hombre regularmente llamado al seleccionado que nació en la misma ciudad y fue su mejor compañero en cancha durante toda su primera etapa en el club.
Tenía facilidad para el gol y le decían “el bombardero”, apodo que sobrevivió incluso cuando Redknapp lo rescató ficcionalmente, pero nunca le gustó demasiado el sobrenombre. Decía que él no necesitaba pegarle fuerte a la pelota para hacer un gol.
Tenía facilidad para el gol y le decían “el bombardero”, apodo que sobrevivió incluso cuando Redknapp lo rescató ficcionalmente, pero nunca le gustó demasiado el sobrenombre. Decía que él no necesitaba pegarle fuerte a la pelota para hacer un gol.
Su maestro fue un tal Georgi Vasilev, que se convirtió en técnico del FC Etar justo después de ser asistente técnico en la Selección. Tras un par de temporadas llegando al tercer lugar de Primera División –algo que ya era notable para ese equipo humilde- Balakov y Tittyshev llevaron al equipo a una gloria inédita y fugaz: en 1991, cuando ambos tenían 25 años, fueron campeones de Liga y Copa en el país.
Jugaron la Copa de Europa al año siguiente, pero fueron eliminados en primera ronda por el Kaiserslautern alemán. Tras la derrota, las dos figuras buscaron nuevos horizontes. Balakov recaló en el Sporting Lisboa de Portugal para luego proyectarse a la Bundesliga, y Tittyshev, con fama de poco profesional y algo loco, se acomodó en el Levski Sofía.
Allí duró poco y no brilló. No le aguantaron algunas excentricidades, como su obsesión por el número 6. Sólo admitía esa camiseta para jugar. Y aceptaba la variable del número 9, por ser un 6 invertido. Si no le daban el número que quería, se quedaba en el banco.
Recién en 1993 llegó a Rumania, una de las plazas de fútbol más competitivo en todo el Este. Jugó en el Steaua Bucarest, el equipo del ejército, y tenía poco lugar entre las mil figuras que poblaban la selección de un país ajeno (Filipescu, Dumitrescu, Munteanu, Illie, Lacatus).
El llamado para la Copa del Mundo de 1994 fue sorpresivo. Dimitar Penev, DT de entonces, lo consideraba una alternativa para el pelado Iordan Letchkov e incluso para su hijo Luboslav Penev, que ya en aquel momento brillaba como centrodelantero en el Valencia español. No le dieron ni la camiseta 6 ni la 9. Eligió la 15, por una doble razón matemática que encuadraba en su obsesión: 6+9, y la suma de los dígitos que daba 6.
El llamado para la Copa del Mundo de 1994 fue sorpresivo. Dimitar Penev, DT de entonces, lo consideraba una alternativa para su hijo Luboslav Penev, que ya entonces brillaba como centrodelantero en el Valencia español. Fue suplente durante todo el torneo y jugó muy pocos minutos en el partido por el tercero y cuarto puesto.
En el seleccionado se reencontró con su ex compañero Balakov -que era titular indiscuitdo- y mantuvo una conflictiva relación con el DT, al que acusaba de preferencias familiares. Como premio, estuvo mucho tiempo en el banco, incluido el duelo ante Argentina en el que los liderados por Hristo Stoichkov dieron la nota y complicaron con un 2-0 en la fase de grupos a la Selección de Basile, que venía de perder a Maradona. En un Mundial que vio a Bulgaria llegar hasta las semifinales, Tittyshev sólo fue alineado cuando el partido por el tercer y cuarto puesto estaba liquidado a favor de Suecia, el rival. Ese día, con una goleada 4-0 en contra, con 28 años cumplidos, se retiró de la Selección.
La pista se le perdió un poco después. Se dice que tras el retiro volvió al FC Etar para entrenar juveniles y amateurs en su ciudad de nacimiento. Otra versión indica que el dueño de una planta eléctrica en su país, fanático del Etar le dio un trabajo por gratitud al pasado y porque compartía con él los encuentros que se armaban ocasionalmente entre empleados.
Nada de esto es demasiado certero. De hecho, no hay fotos de Tittyshev, ni registros fílmicos de su juego. No aparece en Wikipedia, no está nombrado en ningún artículo de época, su apellido no figura en los registros de planteles de FIFA y si le preguntan a Balakov no sabrá responder si lo conoce. Esto resultaría curioso si, en realidad, todo este relato no fuera una fabricación. Un tributo, en realidad, a la genialidad de un DT que tuvo repentización y en un segundo inventó un seudónimo creíble, que para colmo compraron sus interlocutores.
Así que lo confesamos: nos pareció injusto que Tittyshev viviera apenas en ese partido ficticio, como una referencia lejana y falsa. Merecía otro tipo de leyenda. Un poco de vaivén futbolero. Por eso tomamos una serie de datos verdaderos y agregamos un personaje inventado. Inventado por Redknapp, a decir verdad. Lo tomamos a Tittyshev y lo esparcimos por ese mundo existente. Para, lisa y llanamente, inventarle una biografía.