Si hay algo que le encanta al fútbol argentino es nutrirse de mitos. Encontrar aquel eslabón perdido que permite explicar el nacimiento de un equipo o de un estilo de jugar. Por eso, permanentemente se indaga, se investiga y, también, muchas veces se inventa.

No es el caso de Argentino Geronazzo, un jugador y entrenador que desarrolló lo mejor de su tarea en las décadas del 50 (como jugador) y 60 y 70 (como entrenador). Geronazzo se inició en las inferiores de Vélez como volante central y jugó 13 partidos en primera entre el 52 y el 54 y marcó 13 goles. Enseguidita nomás se fue al Nápoli, en donde jugó tres años para luego regresar, en 1958, a Argentino de Quilmes.

Geronazzo_1Pero más allá de sus dotes como jugador, Geronazzo quedó inmortalizado en el mundo del fútbol como un entrenador innovador, inquieto, tacticista y uno de los primeros que se ocupaba de espiar a los rivales. Dirigió muchos clubes en Primera e incluso fue asistente de Osvaldo Zubeldía en la Selección, en 1966. Su máximo éxito, sin embargo, llegó con un equipo chico, ya que fue el armador del plantel de Chacarita que se clasificó campeón en 1969 tres golear a River 4-1 en la final del Metropolitano. Si bien no finalizó el certamen al frente del equipo (el DT era Federico Pizzaro), todos le reconocen en mérito de haber armado aquel conjunto.

Escribió además junto a Zubeldía el mítico libro Táctica y estrategia del fútbol y, en soledad, Como ver un partido de fútbol, pero si lo que realmente quedó grabado en la memoria colectiva fue la serie de excentricidades y frases futboleras que dejó para la historia. Vamos hacia ellas:

“Para los que dicen que somos defensivos, les aclaro que de contragolpe se puede ganar por goleada.”

“Podés ser muy defensivo pero, llegado el caso, cuando tenés la pelota, hay que atacar.”

“Se puede ser muy ofensivo jugando de contragolpe.”

“El fútbol se puede planear, pero lo único que vale es lo que sale en la cancha.”

Les dijo a los jugadores de Chacarita en el entretiempo del partido que perdían con Atlanta en el Nacional del 67: “No les pido que ganen sino que traten bien la pelota y procuren reivindicarse del desastre que hicieron en la primera parte. Nada de apretar los dientes, quiero que se suelten, que jueguen.” Chacarita terminó ganando 3-2.

“Ningún equipo puede jugar bien si tiene en su plantel más de 30 por ciento de boludos… En Chacarita bajé el porcentaje y fuimos campeones.”

“La idea esencial de aquel Chacarita del 69 era manejar determinadas situaciones en un partido y el respeto por la pelota. Marcamos una pequeña época. Porque en ese momento privaba la destrucción y nosotros jugábamos sueltos. Le dimos un aire de libertad a los hábiles, a los que creían en el fútbol como un juego.”

Sobre su libro Cómo ver un partido de fútbol: “Yo no descubro nada. Explico las cosas que están en el aire, pero que el espectador común no conoce porque no sabe qué es lo que hay que ver y cómo verlo.

El dirigente Aldo Perri, interventor de la AFA, llamó a Geronazzo para ofrecerle la dirección técnica de la Selección que iba a jugar las eliminatorias para el Mundial de 70. Ante su perplejidad, del otro lado del teléfono, Geronazzo le dijo: “Ahora estoy viendo Bonanza, llámeme más tarde.” Nunca más lo llamaron y Pedernera se hizo cargo de la Selección.

Lo tildaban de conflictivo y su respuesta fue clara: “No renuncio a principios éticos.”

“No soy un ogro, al contrario, converso con todo el mundo, pero no me dejo manosear”.

Tenía sus fórmulas para espantar directivos cuando ingresaban al vestuario y le preguntaban la formación del equipo: “Bueno, formamos con Troilo, Perón y mi prima…”, repetía una y otra vez.

Sobre su influencia en el equipo de Chacarita campeón del Metro del 69: “¿Cuál fue mi mejor aporte a ese equipo? Haberme ido a tiempo”. Y agregó en serio: “Cuando me fui, los jugadores tuvieron que asumir su responsabilidad. Yo, como DT, absorbía todo y sin mí tuvieron que madurar solos. Por eso fueron campeones”.

Lo llamaron para dirigir Independiente y Geronazzo fue a la reunión en camisa. A los tres días, le informaron que no lo iban a contratar. Preguntó por qué y le respondieron: “Porque usted vino a la reunión en mangas de camisa…”. Geronazzo respondió: “¿Cómo querían que fuera? ¿Con saco, corbata y sobretodo?”.

Geronazzo, en 1972, decidió que sólo iba a dirigir en clubes que estuvieran en un radio no mayor a 30 cuadras de su casa: “Si no duermo la siesta me siento muy mal”. Para cumplir con el requisito tomó un mapa de Buenos Aires y con un compás trazó una circunferencia de treinta cuadras de radio con centro en su domicilio. Cada vez que lo venían a ver, consultaba el mapa. Si alguien le hacía un ofrecimiento y estaba fuera de la distancia, agradecía y respondía: “Lo siento, pero no puedo aceptar”, sin dar más detalles.

Cuando Geronazzo dirigía a Gimnasia La Plata, el equipo perdió un partido y le avisaron que los estaba esperando la barra en la entrada del vestuario. Geronazzo miró a sus jugadores y fue claro: “Muchachos, sólo nos puede salvar una cosa. Salgamos todos juntos y les damos una buena paliza…”. Así Geronazzo y el plantel salieron a enfrentar a los hinchas, quienes sorprendidos escaparon varias cuadras.

Cuando dirigía a Deportivo Morón retó a sus jugadores: “Esta semana se portaron mal y están todos sancionados. Como castigo van a tener que jugar contra Estudiantes.” Zubeldía le había pedido a Geronazzo un partido de entrenamiento.