The Oldest, 1° de octubre de 2018. 9.27 AM.

Mañana fría pero de sol. Casi ideal.

Christian Colonna rompió el hielo:
–¿Vieron fútbol? –preguntó. Y sin que nadie le preguntara dijo:
–En toda la semana sólo vi Liverpool-Chelsea y Chelsea-Liverpool. Hermosos partidos los dos.
–Lo más hermoso fue cómo se saludaron Sarri y Klopp cuando terminó el 1-1 –dije.
–¿Viste? ¡Qué bueno que te hayas fijado en eso! Fue increíble. Le habían empatado al Chelsea faltando nada, pero los tipos, como todos los que vimos el partido, lo disfrutaron. Sarri tranquilamente podía estar recaliente, pero no. Y Klopp cero fastidio por no haberle podido ganar en ninguno de los dos enfrentamientos. Esas cosas me reconcilian con el fútbol.
–El único partido que vi fue el del miércoles entre el Atlhetic de Bilbao 0-Villarreal 3. –intervino Mariano Mancuso– ¿Cómo lo paraste al mejor equipo del mundo?, Pablo –le dijo a Cheb mirándolo a los ojos. Ya que Pablo había calificado al equipo de Berizzo como “el mejor del mundo” después de los empates ante Real Madrid y Betis.
–Yo no vi nada. Me fui de viaje y estuve con las ballenas. Sólo pispié un rato de Los Pumas. Que para variar nos dejaron con las ganas.
–Mis partidos del fin de semana fueron Atlanta-Estudiantes de Buenos Aires, con tres goles de Atlanta en los tres minutos finales para dar vuelta un 1-3. Creo no haber visto algo así ni en la liga inglesa. Pero lo mejor del fin de semana: Platense 1-Quilmes 2 –dijo con ironía Fabián Mauri.
–Sólo vi Argentinos-River y un rato de Racing. Poco para decir. Lo que más me llamó la atención fue que Carboni es el entrenador de Argentinos. No sabía que se había ido Berti. Y por supuesto me sorprendió lo mal que está Lanús. Ah… y en la semana sufrí con Nacional-San Lorenzo. Pocas veces vi un equipo que juegue tan mal una instancia decisiva y los pocos recursos del entrenador para cambiar las cosas desde el banco. Biaggio, por lo general, hace exactamente todo lo contrario de lo que ameritan las situaciones que se presentan durante el partido. Igual, en su defensa, hay que decir que muchos técnicos más experimentados son pésimos corrigiendo errores en caliente. Un ejemplo reciente fue Sampaoli –dije con resignación.
–Volviendo a Lanús. Ahí tenemos un caso raro: Luis Zubeldía. Su único mérito fue alguna vez agarrar lo bueno que había dejado Cabrero, pero después hizo todo mal. Siempre. En todos los clubes a los que fue –aportó Colonna.
–Hablando de situaciones raras, ¿vieron lo que ocurrió con San Martín de San Juan y San Martín de Tucumán? Cambiaron entrenadores. Los sanjuaninos echaron a Coyette por malos resultados y se fue a San Martín de Tucumán. Y los tucumanos echaron por lo mismo a Forestello, quien acaba de asumir en San Martín de San Juan. ¿Me lo pueden explicar?
–No. Inexplicable –fue muy claro Cheb.
–Tengo una pregunta para hacerles, especialmente a Colonna que es uno de los que más sabe de fútbol de los que estamos sentados a esta mesa. ¿Por qué los entrenadores no tienen previstas jugadas cuando la pelota se va al lateral? –preguntó Mauri. –Es una jugada donde debería ser más lógico conservar la posesión que dividir la pelota. Pero casi nunca sucede.
–El lateral es una acción extraña. En un deporte en donde todo se hace con los pies, hay una instancia del juego que se realiza con las manos –dijo Mancuso.
–Y encima condicionada, porque te obligan a sacar la pelota desde atrás de la cabeza, con ambas manos y demás –se sumó Cheb.
–Sí. Es rara. Pensá que, sacando a los arqueros, es la única acción de juego con las manos y que, además, es sancionada con una falla técnica si no se hace correctamente –le dio la razón Colonna.
–Bueno. Es lógico. Si lo hacés mal, te sancionan –respondió Mauri.
–¿Y por qué no penan a un jugador que le pega mal a la pelota? ¿Por qué un error técnico es sancionado? Sólo en el fútbol, que es un deporte que no mejora jamás su reglamento, se mantiene este asunto –se envalentonó Colonna.
–Puede ser. Recientemente la regla del lateral cambió en el polo. Antes se disputaba como en el rugby, ahora saca el equipo que no la tiró afuera. Puede ser –reflexionó Mauri. Pero volvió a la carga: –Todo bien con lo raro que es el lateral, pero existe. Y si existe, ¿por qué no lo aprovechan mejor?
–Los que cuidan la pelota lo tiran para atrás, para asegurar y empezar otra vez. Los equipos que tiene otra filosofía, normalmente lo hacen paralelo a la línea para forzar algún foul o para que alguien la cabecee hacia atrás para buscar una segunda jugada. Pero es cierto, normalmente se divide la pelota…
–Habla mucho de un equipo la forma en que hace un lateral. Es como que de ese detalle se podrían sacar muchas conclusiones. Por ejemplo, hace años, un amigo bon vivant, Marcelo Franco, iba a comer a restoranes para después escribir reseñas. Antes de empezar siempre hacía lo mismo: argumentaba que tenía un antojo y pedía un huevo frito. Y de cómo le presentaban ese huevo frito ya podía sacar conclusiones sobre la calidad de la atención del restorán y qué tan creativo y profesional era el cocinero o chef.

El tema se agotó, más allá de que Mauri seguía interesado en hablar del asuntito de los laterales, seguramente para desembocar en su ya mítica narración de una jugada que alguna vez le vio hacer al Indio Gómez en Quilmes. No lo dejamos porque ya la contó decenas de veces.

Cheb trajo a la mesa la relevancia de datos absurdos y qué incidencia tienen en el análisis del juego. Dijo que el otro día había escuchado decir que entre 1976 y 1983, solamente dos River-Boca se habían jugado sin Fillol y Gatti en el arco. No le prestamos demasiada atención, pero el dato nos pareció curioso.

Mauri y Mancuso nos quisieron llevar hacia con su nueva pasión: Fútbol al horno. Les permitimos contar que durante el programa del domingo pusieron en vivo en la tele de la escenografía el programa Tribuna Caliente que se estaba emitiendo por Canal 9.
–Ese programa en donde trabaja un periodista que es igualito a Augusto Codecá –dijo Mauri y me me miró, porque tenía perfectametne claro que el único que podía conocer a Augusto Codecá era yo.
–Roberto Leto –le dije.
–Sí, Leto –aprobó Fabián.
Luego del paso de baile que despertó las carcajas de todos, Mancuso contó que el conductor y los panelistas elogiaban a Tribuna Caliente porque, decían, que ese sí era un programa en serio porque ahí sabían de corrido las formaciones de los equipos y las repetían todo el tiempo. “Periodismo de apellidos”, denominaban al género. Cambiamos de tema rápido porque nos pareció que nos iban a embarcar en otro viaje lisérgico. Y era muy temprano.

Pregunté dos cosas:
–¿Por qué el otro día la televisión enfocó a Angelici después del tercer gol de Boca, el de Tevez? ¿Lo quieren humanizar?
–No. Creo que lo están despegando del Mellizo. De hecho en varios programa ya se está hablando sobre si la responsabilidad del momento de Boca es culpa de los dirigentes o del cuerpo técnico. Y en todos dicen que es de Guillermo porque le trajeron a los jugadores que pidió –dijo Mancuso.
–Fue curioso que lo enfocaran después del tercer gol y con el partido liquidado. Bah… curioso es otra cosa. Ya suponemos por qué lo hicieron. Y la otra pregunta –insistí–: ¿Por qué no se le da más valor al título de campeón argentino? Boca fue bicampeón y dicen que si el Mellizo pierde con Cruzeiro lo van a echar. Parece un tanto injusto, ¿no? Y ya le pasó a Arruabarrena.
–La vara la ponen los hinchas de Boca que van a la cancha. El perfil de los abonados es el de hombres de clase media y alta que sólo quieren ser campeones internacionales. Todo lo demás les parece poco –dijo Mancuso.
–Boca es como el PSG. Si no gana un título internacional no le sirve para nada el torneo local –sentenció Colonna– El PSG va a ganar el campeonato francés sin perder un solo punto pero si no consigue la Champions ese título no le suma nada. Es un equipo armado para ganar la Champions.
–El error lo cometió el propio Angelici, que en la campaña electoral decía “para volver a Japón”, como si ese fuera el único objetivo del presidente de un club –sumó Mauri.
–El asunto acá es siempre el mismo. El problema de ser hincha y de no poder disfrutar del espectáculo más allá del resultado –dijo Colonna.

Cheb desarrolló de ahí en más una teoría que viene trabajando desde hace semanas, sobre lo absurdo que es ser hincha de un solo club y la prohibición, por ejemplo, de ser hincha de Boca y River, o de Independiente y Racing o de San Lorenzo y Huracán. Dijo que ampliará en una nota que escribirá en estos días. Luego comentó que vio una muy buena entrevista que le hicieron a Daniel Osvaldo en España y valoró sus puntos de vista.

Colonna dijo:
–Sí, ese pibe piensa bien.
–Podría ser mejor padre igual –comenté al pasar–. Siempre si es que damos por ciertas las denuncias que permanentemente hace en su contra Jimena Barón.
–Sí. Podría –dijo Mauri–. Pero una cosa no quita la otra. En medio de los cabezas de termo que habitan el fútbol, Osvaldo piensa bastante bien.
–Cuando le preguntaron si no extrañaba jugar un Boca-River dijo que extrañaba hacerle goles y ganarle a River pero que el precio a pagar era muy alto. Que no quería tener problemas en la calle o que lo putearan por haber errado un gol. Que ahora pifiaba un acorde y que nadie se enteraba. Después le dijeron si no le gustaría ser Messi y dijo que no. Que le hubiera gustado jugar como Messi, pero que ser Messi debía ser insoportable. O sea, la nota era buena. Pero acá trascendió sólo la basura. Con lo que llegué a la conclusión, otra vez, de que el periodismo argentino está pasando un pésimo momento y que sólo se engancha con aquello que puede generar ruido y polémica. Una lástima –monologó Cheb.

Coincidí:
–El otro día lo vi a Francella promocionando una película que hizo con Brandoni. Cuando le preguntaron por la situación del país dijo que no iba a hablar del tema porque, dijera lo que dijese, iba a ser tomado para uno u otro lado y se iba a distraer el objetivo central de la entrevista, que era promocionar la película. Me pareció una respuesta bastante pacata, tibia y sin compromiso. Pero al otro día, los medios digitales levantaron sólo que Fancella se enojó cuando le preguntaron sobre la situación del país y que el tipo no se había querido comprometer. O sea, le dieron la razón.

Estamos jodidos, dijimos.

Ya eran las 12 menos diez. La vida familiar nos reclamaba. Y nuestros otros trabajos, también.

Hasta el martes.