The Oldest. Lunes 8 de octubre de 2018. 9.15 AM

Era imposible evitar un párrafo sobre las elecciones en Brasil.

–Estoy impresionado –dije.  –Más de sesenta millones de brasileños votaron a Bolsonaro. Un tipo que hizo su campaña discriminando y estigmatizando a sus oponentes políticos.
–A mi ya no me sorprende nada –manifestó Pablo Cheb. –Estamos en un mundo en donde cualquiera se siente autorizado a insultar a una persona por cualquier cosa. Como ocurrió con la nota  sobre el poliamor en el fútbol del otro día, que simplemente reflexionaba sobre el derecho de cualquier persona a ser hincha de más de un club.
–Sí. desaforados los insultos, sacados. Pocas veces visto –dijo Fabián Mauri.
–No –corrigió Mariano Mancuso. –Es habitual en las redes sociales. En lugar de reflexionar o contraargumentar, la gente prefiere insultar y descalificar.

–Y descubrí una nueva forma de insulto, de estigmatización, que me dejó perplejo –dijo Pablo. –Te dicen “disca” con un emoticón con una silla de ruedas.

–Esos mismos tipos después cuelgan una bandera de su equipo con la leyenda “ladrón de mi cerebro”, se jactan de no tener cerebro. –comentó Fabián.

–Al menos la nota la leyó mucha gente –dijo Christian Colonna.
–La verdad, para generar las reacciones que tuvo, hubiera sido preferible que no la leyera nadie.  
–Estamos de acuerdo. Ya lo hablamos mil veces –dijo Colonna–. Pero muchas veces ustedes quieren que la página sea vista por mucha gente y por eso lo rescaté como algo bueno. Pero para mí, como vos decís, no me interesa que esa gente nos lea.  La pregunta es: ¿tanto te afectó?
–Y sí. La verdad, me dolió que no entendieran que sólo hablaba de ampliación de derechos, de que cualquiera podía hacer lo que deseara. Pero parece ser que no se comprendió de esa manera. Por eso digo que, ante tanta intolerancia, no me extraña que millones y millones haya votado al fascista de Bolsonaro –reflexionó Cheb.

Mientras hablamos, en la televisión del bar, pasaban imágenes de Brasil y se comentaban las elecciones. Impactante era ver como se repetía al seguidor de Bolsonaro apretando las teclas de la máquina para votar con el caño de un revólver. Toda una metáfora de lo que vendrá si efectivamente Bolsonaro se impone en la segunda vuelta ante Fernando Haddad. Todo muy preocupante para el destino de la región.

Mauri cambió de tema:
–El gran problema de fútbol es que no es clandestino.

Todos lo miramos:

–La presencia del público lo envilece, le altera el eje al juego. Porque los jugadores están más pendientes del contexto, del afuera, de las conclusiones que de cada detalle intrascendente sacan los periodistas. 
–Te doy la razón –dijo Cheb–. Mi actitud cambia en un picado si mi mujer o mi hijo me van a ver. Juego de manera diferente.
–Además, hoy mucha gente va a la cancha para ser hinchas de ellos mismos. No importa lo que pase adentro del campo de juego –aportó Colonna.
–Pero quieren ganar –dijo Mancuso.
–Sí. Sólo ganar. hace un tiempo hablaba con un hincha de Estudiantes que se quejaba porque su equipo debía terminar un partido suspendido cuando la hinchada rival tiraba piedras. Me decía que era una injusticia, que se lo tenían que dar ganado a Estudiantes porque los quilombos los habían hecho los del otro equipo. Yo le pregunté si festejaría un campeonato obtenido con 25 ó 30 partidos ganados en los escritorios de la AFA por las razones que fuera, y su respuesta me sorprendió: “Obvio”, me dijo convencido.
–Esto me dispara otra cosa. ¿Escucharon a varios hinchas de River y Boca decir que prefieren perder en semifinales para no cruzarse en la final de la Copa Libertadores? –pregunté.
–Sí, sí. Lo escuché de varios –dijo Colonna y  todos asintieron.

En ese momentos se sumó a la charla Damián Didonato, hincha de River, quien fue consultado al respecto:
–Lo escuché y me parece increíble. Yo quiero que River y Boca lleguen a la final para que la Copa Libertadores se quede en la Argentina. Es obvio que quiero que gane River. Pero si no nos la quedamos nosotros, antes de que se la lleve un brasileño, prefiero que la gane Boca. –dijo Damián.
–No es lo que piensan la mayoría de los hinchas –dijo Mancuso.
–Lo de querer perder en las semifinales es que el miedo le gana a la ilusión de ser campeón ante el el eterno rival. Ni los de Boca ni los de River quieren correr ese riesgo –dije.
–Es exactamente eso –afirmó Cheb. –El miedo a perder los priva del placer de disfrutar una final porque no quieren ni rozar la posibilidad de perder.
–Está todo confundido en el fútbol. Se prefiere perder antes que jugar una final. Los hinchas defienden los colores de su club pero no se quejan cuando Nike o Adidas le cambian los colores de la camiseta por operaciones de marketing. Se entiende poco y nada del juego. Las hinchadas se festejan a sí mismas en lugar de celebrar a los equipos. Y ahora quiere perder en semis para no jugar una final. Son los mismos que acusan al otro de cagón o de esa pelotudez de “no tener aguante” pero, ante la posibilidad de disputar una Libertadores, prefieren irse en las semis para evitar la mínima posibilidad de una derrota. Todo esto es el post fútbol, muchachos –dijo Mauri para defender esa teoría que está elaborando desde hace años y que algún día compartirá con los lectores cuando escriba un libro o, a esta altura, dos o tres tomos de una enciclopedia.

El mismo Mauri cambió de tema:
–¿Vieron que hay una campaña con pañuelos para separar a Boca del Estado? –dijo.

Todos reímos pero él nos perjuró de que no era un chiste y que la campaña existía de verdad.

–Lindo paso de baile con la Selección. River y Boca deberían haber negado a los jugadores en lugar de decir que está lesionados. Nadie les cree –dije.
–El problema es preexistente. Scaloni no debía haber convocado a los de River y Boca para una gira pintura, por más que haya un amistoso con Brasil. Es una cuestión de prioridades. Es mucho más importante la semifinal de la Copa Libertadores –dijo Colonna.

Todos estuvimos de acuerdo.

Mauri y Mancuso luego nos recrearon con otras peripecias de su programa favorito: Fútbol al horno, en donde contaron que el mono les cortó el pelo a los panelistas y que dio cátedra de cómo cubrir periodísticamente el momento en que los jugadores bajan del micro al llegar al estadio o al hotel.  También, dijo Mauri, el mono-periodista dio una declaración de principios sobre la labor del periodista deportivo: “Hay que pensar como jugador de fútbol y estar preparado para hacer tres preguntas, siempre las mismas tres.”, dice que dijo. Y que con eso ya era suficiente.

 Y nos fuimos.

Hasta el martes.